En Mochilas rotas (Playa de Ákaba, 2016. ISBN: 979-84-945734-6-0) la tranquila y ordenada vida familiar de Adrián (11 años) salta por los aires cuando su agotamiento y sus dolores de tripa, desembocan en una enfermedad maldita, la leucemia.
A lo largo de las 223 páginas que forman la novela, Angel Berrocal nos introduce, como narrador omnisciente, en los temores que provoca la grave enfermedad en una estructura familiar; y de paso, nos muestra cómo se alteran las relaciones socio-laborales en su totalidad. Lo que antes era una ordenada vida centrada en los deberes cotidianos (el trabajo y el colegio) y en el escaso tiempo libre (el ocio compartido con un matrimonio amigo), se transforma en una violenta catarsis, al reducirse todas las expectativas en la salud de Adrián y en el entorno del hospital en el que es ingresado para para poner remedio a su enfermedad.
Angel Berrocal contribuye a desmitificar, para quién no lo ha vivido en carne propia o en la de algún familiar o amigo, el horror que se siente ante una enfermedad adornaba con la leyenda de ser muy mortal o raramente incurable. Ayuda a identificarla al describir los síntomas físicos y las fases del tratamiento con la finalidad de hacer más accesibles los datos de los que disponen los lectores, para lograr superar el rechazo que provoca el miedo a donar médula para favorecer la curación de las personas enfermas; para, finalmente, mostrarla como una enfermedad que puede ser vencida.
En Mochilas rotas somos testigos, desde una posición privilegiada:
a) Del cambio de valores que se opera en las personas enfermas, que no solo se vuelven vulnerables por los síntomas físicos y psicológicos de la enfermedad, sino también por los cambios afectivos en los que se ven insertos.
A lo largo de su lectura seremos testigos de la crisis existencial que desbordará a Adrián quien, «por primera vez en su vida (…) (tiene) dudas del incondicional apoyo y lealtad de su amigo (pág. 82); al mismo tiempo que cambia su relación con el espacio y su cuerpo. Pierde libertad de movimientos, al verse atado a un gotero que conduce «arrastrando los pies» y empuja «como si fuera el estandarte de la batalla que estaba(n) librando» (pág. 84). Por si fuera poco, estos episodios suceden mientras trata de vencer el miedo al dolor y a lo desconocido. La enfermedad se vuelve más real cuando le explican que «la quimioterapia intratecal consistía en introducir el medicamento en el líquido cefalorraquídeo mediante una punción en la parte inferior de la columna vertebral, sus expectativas cambiaron racionalmente. Y el miedo y la angustia se apoderaron de él» (`pág. 92).
b) Las daños colaterales que ocasiona la enfermedad en la familia de Adrián (padres, hermana y abuelos) y en sus amigos. Mientras la familia esconde sus sentimientos, esforzándose en «trasmitir una apariencia de serenidad y calma. (Porque) Se formaba así una red de silencios personales que amortiguaba el sufrimiento familiar» (pág. 100); los amigos, al encontrarse en esa edad «en la que se sentían invulnerables y no comprendían que uno de los suyos pudiera caer enfermo en pleno desarrollo de su existencia» (pág. 101), se enfrentan a los elementos extraños con el recurso que está al alcance de los grupos que se ven superados por la rareza: el acoso escolar. Por ello, leeremos que cuando vuelve al colegio, tras la primera fase de su tratamiento médico, Adrián es humillado y acosado por su compañeros de clase.
Se trata, en definitiva, de una novela muy emotiva y valiente, en el que el derrumbe existencial de una pluralidad de personas se va venciendo al mismo tiempo que Adrián va recuperando fuerzas, hasta el punto que la ordenada vida personal y laboral de todos los implicados, cambia, dando lugar a nuevos comienzos, como el de María, la madre de Adrián, quién deja su trabajo, tras el episodio de un salvaje ERE que se ve obligada a ejecutar en la editorial en la que trabaja. La mujer, para ser consecuente con sus principios, opta por dejar la empresa, harta de ser la voz que ejecuta las decisiones —o los despidos— de la dirección de la empresa y porque, tras la superación de la enfermedad por su hijo, «tocaba disfrutar» (pág. 223).
La novela Mochilas rotas de Ángel Berrocal, está escrita con un lenguaje ágil, que hace que se avance muy rápido a lo largo de sus páginas. Recomiendo encarecidamente su lectura porque va a servir para erradicar muchos de sus perjuicios sobre la leucemia. Introduciéndose en sus páginas, aprenderá a conocer qué podrá esperar de los enfermos (que llegan a perder el sentido del gusto hasta el punto de odiar la comida); cambiarán sus perjuicios para ser donante de médula —tan imprescindibles para salvar vidas—; y comprenderá que la catarsis emotiva es algo que sobreviene a todos los que se ven tocados —personal o afectivamente—por la enfermedad, para que, finalmente, sus vidas vuelvan a ser puestas en su mismo sitio por la esperanza, aunque ya no se vivan de la misma manera.
Por todo ello, con la convicción de que será una lectura muy útil, dejo el enlace dónde podrá adquirir Mochilas rotas, de ser de su interés.
Sevilla, 1 de noviembre de 2016.
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