sábado, 25 de diciembre de 2021

De la literatura amorosa a la ética política: la obra de don Pedro de Portugal (1429-1466)

Nueva publicación sobre literatura medieval: De la literatura amorosa a la ética política: la obra de don Pedro de Portugal (1429-1466). 

Autora: Ana M. Montero (ana.montero@slu.edu) 

Editorial: Universidad de Sevilla

Más información en:

https://urldefense.com/v3/__https://editorial.us.es/es/detalle-libro/720277/de-la-literatura-amorosa-a-la-etica-politica-la-obra-de-don-pedro-de-portugal-1429-1466__;!!K543PA!fortHTDhnxrW_yKlXEdBVCFU2lodWi75HaYxnq96szzf3mej6UKZeIy_cXKh3j10$



Invitación a conocer mejor la literatura del siglo XV


En la lírica amorosa cortesana del siglo XV entran en juego tres elementos convencionales: una dama desdeñosa y distante, un sufrido amador y la disección de la tristeza extrema de éste. En 1449 un joven aristócrata venido a menos –combinando poesía y prosa– añadió un elemento más: imágenes de genocidios y torturas de una brutalidad escalofriante procedentes de la historia romana. Esta historia del terror –que a primera vista transmitía analógicamente el consabido sufrimiento del hombre enamorado para disfrute de una corte avezada en pasatiempos— buscaba golpear la conciencia del lector u oyente a fin de que ahondara en una segunda interpretación paralela al entramado amoroso. La conciencia de que la literatura medieval no es una fastidiosa repetición de fórmulas y clichés, sino que va cargada de múltiples sentidos, matices y mensajes es el punto de partida en este estudio cuyo objetivo es analizar la obra de don Pedro, condestable de Portugal (1429-1466) desde las perspectivas histórica, política y literaria, y desde una doble vertiente, pues se trata de una obra bi-fronteriza, escrita para, al menos, dos cortes: la portuguesa y la castellana. Con ello se revalida la importancia de un autor de segunda fila que, a través de la imitación y la experimentación, anticipó algunas de las tendencias literarias que dotaron de vigor el Siglo de Oro. Además, se proporcionan claves para hacer una lectura más rica e incisiva de algunas creaciones previas al cambio de mentalidad que implicó Maquiavelo, las cuales, bajo un exaltado idealismo, combinaron el arte de enhebrar historias y la manipulación de las emociones con objetivos de índole política y con un espíritu crítico personal en los que se encuentran ramalazos de modernidad.  

  La estructura de mi libro es muy sencilla. Reviso las tres obras principales de Pedro de Portugal en orden cronológico: Satira de felice et infelice vida (ca. 1448-1451), Coplas del menesprecio e contempto de las cosas fermosas del mundo (1453-1454) y Tragedia de la insigne reyna doña Isabel (1457). Parto de los dos únicos estudios existentes sobre la producción literaria de don Pedro --el del historiador portugués Luis Adão da Fonseca y la estudiosa literaria Elena Gascón Vera— y me apoyo en los trabajos recientes de historiadores del siglo XV (J.M. Nieto Soria, Quintanilla Raso, Beceiro Pita, Carrasco Manchado, etc.) para profundizar en el contexto histórico y la ideología política, con el fin de trabajar en un área bastante desatendida: el complejo subtexto político que alimenta la creación literaria de determinados autores en el período pre-moderno. En este terreno existen algunos pocos estudios recientes (Vicente Beltrán o Oscar Perea). Así, en mi primer capítulo, establezco la conexión existente entre Sátira y los documentos legales con los que se procuró rescatar el honor de la familia de don Pedro Infante (padre de don Pedro y regente de Portugal entre 1439 y1448) y detener el desahucio de su linaje y la pérdida de privilegios sufridos por esta familia tras la muerte violenta del Infante. Sátira no puede ser leída solo como una historia de amor con la que se genera el género de la ficción sentimental, tras los pasos de Siervo libre de amor de Juan Rodríguez del Padrón; es, además, la petición de clemencia de un exiliado y una forma sutil de poner en entredicho la propaganda monárquica de la joven dinastía de los Avís, la cual buscaba proclamar la santidad de sus miembros. 

En el segundo capítulo, muestro como don Pedro da un viraje literario de ciento ochenta grados mediante su Coplas del menesprecio e contempto de las cosas fermosas del mundo, al abandonar la pose de amador suicida para erigirse en figura magisterial y transmitir un código ético de vida o, más bien, un impensable espejo de príncipes donde intenta reconciliar tendencias ascéticas y de interioridad personal con la ambiciosa mentalidad de la nobleza. Lo que no es tan obvio es que Coplas fue una cuidadosa maniobra para disociarse de viejas alianzas –la de Álvaro de Luna— y recuperar una posición de poder en Portugal. En Coplas emerge Pedro como escritor propagandista, atento a las fórmulas de éxito, buscando poner su pluma al servicio de la corona, y, a la vez, tenemos al hombre de letras marginado que construye una autoridad retórica con la que erigirse en conciencia social, a veces rozando el tono subversivo o irónico.  

En su última obra, Tragedia de la insigne reyna doña Isabel, de nuevo se dan la mano la experimentación literaria y los imperativos políticos. Así, por un lado, don Pedro re-escribe la obra de otro exiliado enfrentado a un tirano: La consolación de la filosofía, de Boecio, obra que le influyó hondamente y cuyo estoicismo le debió de servir para afrontar los sinsabores del destierro (sabemos que poseyó un par de manuscritos con su traducción y al menos glosó uno de ellos). Una vez finalizado su exilio en Castilla, mientras se dedica a pelear en el norte de África y antes de que se le ofrezca una corona en Cataluña, don Pedro vuelve pues a posar como un personaje vulnerable en un self-fashioning que le permite rememorar el dolor causado por las tragedias familiares, apoyándose en el prestigio de una obra clásica. Por otro lado, Tragedia se configura como un mapa genealógico de su familia y, en particular, de la vida de su padre, el cual había sido condenado al olvido y el silencio después de dirigir el destino de Portugal como regente, estimular el panorama de las letras y apoyar la expansión marítima en el Atlántico. De nuevo la experimentación literaria se alía a la exposición de la injusticia cometida contra toda una familia a la que se quiso enterrar en vida. 

Resumiendo, don Pedro de Portugal –testigo excepcional de una época convulsa que abarca las batallas de Olmedo, Alfarrobeira, Granada, Alcaçer y las que le llevaron a la muerte en 1466 frente a Juan II— fue, ante todo, un hombre de letras que hizo de los libros su patria más sólida. En su obra y trayectoria se aglomeran temas y técnicas que resumen el siglo XV literariamente y anticipan la explosión de propaganda política de la época de los Reyes Católicos, especialmente en torno a la mujer, y la hiperestesia emocional de Celestina. Su producción –en la que se tocaron todos los palos literarios: ficción sentimental, espejo de príncipes (y princesas), auto-glosas, género consolatorio, sátira, comedia y tragedia– nos enseña que la ficción producida para la corte debe ser estudiada a la luz de sus objetivos políticos. En definitiva, la obra de don Pedro solo puede ser cabalmente entendida en conexión con el desastre de Alfarrobeira, la muerte de su padre, don Pedro Infante, la pérdida de privilegios de la familia del infante y el esfuerzo por la restitución de esos privilegios y del honor de la familia. En otras palabras, en el momento previo al advenimiento de la imprenta, la capacidad para impactar el estado de opinión de aquellos en el poder –las familias reales y cada vez círculos más grandes con la integración de favoritos, cronistas y letrados— exigía una pericia en el manejo de emociones, en los recursos retóricos, y en la recreación de argumentos conocidos, que quizás hoy en día –en un momento caracterizado por las “fake news,” el imperio de la propaganda, el sentimentalismo y la cultura visual— todavía pueden servir de referente proporcionando modelos diferentes.

Volviendo a las imágenes de terrorífica violencia insertadas en la historia de amor en Satira de felice et infelice vida y a la consiguiente petición de clemencia hacia la dama, ¿cuáles eran su objetivo final? Con ellas don Pedro habla del sufrimiento universal del hombre a través de la historia y, sin duda, expone implícitamente la tragedia de su exilio. Hay, además, otra lectura, pues el escenario de la violencia desorbitada es el de la crueldad y esta servía para delatar, en la mentalidad medieval, la tiranía. La velada acusación de tiranía podía ser suficiente para destruir la reputación de Portugal y enemistar a su rey tanto con los reinos de la tierra como con el del cielo… 


Sevilla, 25-12-2021.

Ana Mónica Montero

lunes, 20 de diciembre de 2021

EL TELÉFONO: SU INICIO EN HINOJOSA DEL DUQUE



© María Dolores Rubio de Medina, 2021.


1. La llegada del teléfono a Hinojosa.

¿Cuándo llegó el teléfono a nuestra villa? Mi padre, en su libro titulado Actividad municipal en Hinojosa del Duque (1923-1975), nos ilustra sobre este momento, en su opinión, «... Quizá la realidad más palmaria del momento de desarrollo para Hinojosa fue la instalación del teléfono, llevada a cabo en 1927, que se inauguró el 1 de noviembre de 1928, con 63 abonados, dependiendo del centro troncal de Pozoblanco. Debo esta información al empleado de Relaciones Corporativas de Telefónica de Córdoba, don José Mariscal». 

Al parecer, la sede de teléfonos se instaló primero en la calle Corredera, a la altura del actual Centro Cultural, que se encuentra en número 8 de la calle citada, en cuyo escaparate, en estos días, se exponen diversos enseres que forman parte del atrezo de la obra teatral La vaquera de la Finojosa. Posteriormente, en los años 60 del siglo XX, la centralita local de teléfonos se trasladó en la calle Queipo de Llano, 27 –hoy calle San Agustín–, frente a la farmacia de Fernández Doctor.

En los años 60 del siglo pasado, los teléfonos instalados en las casas del pueblo eran unos 150; en pocos años subieron rápidamente las peticiones de particulares para disponer un teléfono, hasta el punto de que, a medianos de los 70, se realizó «la automatización del centro que la compañía telefónica tenía instalado en la población que permitió no sólo una mejora de las comunicaciones y una mayor rapidez, sino el aumento del número de abonados que con los 450 existentes tenían saturada la red» [Pablo Manuel Rubio Ramos: Actividad municipal en Hinojosa del Duque (1923-1975) 2021]. 

Todos los teléfonos eran de color blanco, pero con la entrada de la automatización, comenzaron los teléfonos de colores, todos eran suministrados por la compañía, así en mi casa se instaló el primer teléfono rojo del pueblo.


2. Conferencias a través de la centralita pasando por otras centralitas.

¿Cómo funcionaba teléfonos en la época «manual»? El milagro de la comunicación se realizaba por la labor de de las «chicas de teléfonos», sin cuyo trabajo nuestro pueblo se quedaba incomunicado tanto dentro de su perímetro como fuera del mismo.

En la centralita del teléfonos existía, además de locutorio, tres unidades o centralitas a las que estaban conectados todos los teléfonos de las casa particulares. Cada número de teléfono tenía su correspondiente «agujerito» en las centralitas donde se insertaba una clavija unida a un cable y que finalizaba en otra clavija que se insertaba en el hueco que daba entrada al destinatario de la llamada.

Si era de día, cuando alguien descolgaba el teléfono de su casa, se realizaba un aviso y en la centralita se encendía una lucecita encima del hueco correspondiente a ese número. La operadora, para atender la llamada, insertaba una clavija en el hueco correspondiente a la lucecita y hablaba con su propio teléfono con esa persona que llamaba y le preguntaba con quién quería hablar.

La persona que llamaba, si quería hablar con alguien del mismo pueblo lo normal es que dijera: «pongáme con el Ayuntamiento», «quiero hablar con Paquita Sánchez», etc. Los abonados de teléfonos no se sabían los números, daban los nombres de las personas, comercios o instituciones con las que querían hablar. Los números los conocían las operadoras. Por ejemplo, el número 1 era del Ayuntamiento; el 13 del Cuartel de la Guardia Civil, el 21 el de Juzgado; el 56 de la imprenta Buenestado. 

La operadora usaba la clavija que había en la otra punta del cable para insertarlo en el hueco correspondiente al teléfono de la persona con la que se quería hablar, de forma directa se establecía el contacto entre los dos números del pueblo sin intervención de ninguna otra centralita de teléfonos. 

Como dato curioso, sí se podía compartir número, era el caso de mi casa y la de mi abuela. Nosotros vivimos arriba, en un piso; mi abuela en la casa de abajo; y compartimos el número de teléfono 139. Cuando los de abajo quería llamar a los de arriba, o a la inversa, se le decía a la operadora: «llame usted para acá», y la operadora llamaba al mismo número.

La centralita de Hinojosa tenía línea directa con Pueblonuevo, Alcaracejos, Belalcázar y Pozoblanco, la comunicación no tenían que pasar por otras centralitas. Para hablar con Dos Torres, por el contrario, las operadoras de Hinojosa tenían que llamar a la centralita de Pozoblanco; para hablar con Villanueva del Duque, tenían que hacerlo a través de la centralita de Alcaracejos; y para llamar a Fuenteobejuna y sus aldeas, tenían que llamar a la centralita de Pueblonuevo.

Cuando se quería hablar con otros puntos con los que no había acceso directo, como por ejemplo con Madrid, desde Hinojosa conectaban con la centralita de Córdoba, y allí conectaban con la centralita siguiente, hasta llegar a la más cercana o la que tuviera acceso directo al número al que se quería llamar. Es decir, había que ir empalmando diferentes cables en cada centralita, lo que conllevaba que el proceso de poner una conferencia llevase mucho tiempo. 

A más distancia, más se tardaba en poder realizar la conferencia –es decir, en unir los dos teléfonos pertenecientes a las personas que tenían que mantener la conversación–. Estas conexiones eran tan lentas que podía afectar a los negocios; por ejemplo, a los tratantes de ganado de nuestra feria ganadera, importantísima en esta época. Los tratantes cerraban los negocios de venta y acordaban los pagos a través de los bancos de fuera del pueblo a los que ponían una conferencia para cobrar o pagar. Los negociantes iban desde el Pilar, donde se celebraba la feria, a la centralita de teléfonos. Cuando las líneas telefónicas tenían mucho tráfico, y había que hacer varias conexiones de centralita a centralita, podían tardar hasta una hora para lograr hablar con Madrid. Por esa espera perdían algún negocio porque, por dos minutos, el banco madrileño con el que tenían hablar había cerrado. Casi siempre era el tratante de ganado el que se quedaba sin los cuartos, al menos por ese día.

Cuando la llamada finalizaba, se encendía otra luz bajo el hueco donde estaba insertada la clavija de ese teléfono que llamaba y la operadora retiraba el cable de conexión manualmente. 


3. Las llamadas de la gente que no tenía teléfono en casa.

Las personas que no tenían teléfono en su casa, usaban varios métodos para estar conectadas con sus seres queridos y amistades, o para la gestión de sus negocios:

3.1. Quien quería hablar con alguien del pueblo que no tuviera teléfono, podía optar por hacerlo llamando a la casa del vecino más cercano. La persona propietaria del teléfono se lo dejaba descolgado e iba a avisar a su vecino que tenía una llamada de fulanito para que fuera a su casa a contestar.

3.2. Se podía llamar a la centralita para poner una conferencia; es decir, para decirle a las chicas de teléfonos: «avisar a zutanito que a tal hora lo voy a llamar». En la centralita se tomaba aviso del recado y se mandaba a una señora mayor –contratada por la encargada de teléfonos– para que llevase la nota a casa de zutanito para avisarlo. Esa persona, poco antes de la hora indicada acudía a la centralita y esperaba sentada a que se la avisase de que tenía la conferencia, para lo que entraba en el locutorio, que estaba en la misma casa, al lado de la centralita.

3.3. De la misma manera que el supuesto anterior, si alguien del pueblo no tenía teléfono en su casa ni vecino de confianza que lo tuviera, acudía a la centralita para poner una conferencia, con lo que tenía que estar esperando el tiempo necesario para que se realizase la conexión y/o para que avisaran para una conferencia a la persona con la que quería hablar si esta, a su vez, tampoco tenía teléfono en su casa.


4. Las llamadas de las mujeres de los emigrantes.

En los años 50-60 del siglo XX fue muy importante la emigración de hombres que salían de los pueblos para trabajar en Suiza, Alemania, Francia, etc. Los cabezas de familia salieron masivamente de Hinojosa y de otros pueblos de los Pedroches, en busca de los recursos económicos que ofrecía Europa, muy superiores a los percibían en el pueblo. 

Lo curioso es que las operadoras recuerdan que las llamadas a los maridos no las realizaban las mujeres de Hinojosa –aquí no se tenía por costumbre, al considerarse muy caro–; no así las mujeres de Belalcázar, que si llamaban con frecuencia al extranjero para hablar con sus maridos.


5. El secreto de las comunicaciones.

El secreto de las comunicaciones es un derecho fundamental de nuestra Constitución; aunque en esos tiempos, como ahora, existía el secreto profesional, pero como las llamadas se realizaban interviniendo personas, no máquinas automatizadas, era evidente que la gente desconfiaba o tenía vergüenza de que otra persona –la operadora– escuchase lo que decía (imaginemos dos novios hablando de sus cosas, cuya conversación podía ser escuchada). Hay que señalar que la operadora, si quería, podía escuchar la conversación.

Por esta razón, mucha gente desconfiaba de las operadoras, y por ejemplo, en lugar de hablar desde Hinojosa, se desplazaban a Belalcázar para hablar desde allí «con más secreto». Lo que desconocían esas personas es que la localidad vecina no tenía centralita propia y las conversaciones las realizaban a través de la centralita de Hinojosa. En definitiva, hacían el viaje en balde y la conferencia era mucho más cara, al incluir el coste del viaje a Belalcázar.


6. Las chicas de teléfonos.

Bajo la dirección de una encargada, las chicas de teléfonos trabajaban en tres turnos:

  • Dos chicas por la mañana de 8 horas a 15 h.
  • Una en el turno de tarde, de 15 h. a 22 h.
  • Y otra en el turno de noche, de 22 h. a 8 h. de la mañana. 

Para el turno de noche colocaban una cama delante de la centralita, y la chica dormía y se encontraba disponible si entraba una llamada de urgencia como un accidente, un fallecimiento o un aviso al médico. En ese caso, además de la lucecita debajo del número de la centralita, sonaba un timbre para que la operadora pudiera despertarse.

Las chicas de teléfonos entraban a trabajar muy jóvenes, a finales de los años 50 del siglo XX podían entrar en teléfonos con 12 años, ganando 200 pesetas al mes. Tras unos años, se las daba de alta en el seguro de la época; y, a finales de los años sesenta, su sueldo rondaba las 1200 pesetas. Sin embargo, no tenían nómina propia, puesto que la central telefónica daba una cantidad a la encargada de la centralita, que la repartía conforme a su criterio y, sobre todo, conforme a la antigüedad de sus chicas. Siendo frecuente que los familiares de la chica les llevasen bocadillos desde casa para que pudieran alimentarse en el transcurso del turno.

Las muchachas, además de atender las llamadas de la centralita, también eran cobradoras de los números abonados. Iban de casa en casa cobrando. Muchas veces tenían que volver varias veces porque no les abonan la cantidad correspondiente.

Además de las chicas, también trabajaba en la centralita un «celador», este nombre era el que recibía el técnico que se encargaba de reparar las averías.

En todo caso, ser operadora de teléfonos era un trabajo de solteras; y conforme a las costumbres de la época, lo normal era que las mujeres dejaran el trabajo cuando se casaban.

sábado, 13 de noviembre de 2021

1596: INTERVENCIÓN DEL CONDADO DE LOS SOTOMAYOR Y ZUÑIGA EN LA DEFENSA DE LAS COSTAS DE CÁDIZ


(c) Santos Ortega Gómez, 2021





En 2019 me topé, en el portal documental PARES, con un documento que llamó mi atención. Este documento describía una leva (reclutamiento) en Hinojosa del Duque, Belalcázar, La Lancha y Villanueva del Duque, para defender las costas de Cádiz del enemigo inglés, tras el famoso y destructivo saqueó de 1596. 




Con este tratado paleográfico, –un PDF de 134 páginas, accesible en el enlace facilitado más abajo–, solo pretendo facilitar la lectura y comprensión de un episodio de nuestra historia, desconocido, pero no por ello menos fascinante y sorprendente. 

No quisiera finalizar, sin antes agradecer la inestimable ayuda de María Dolores Rubio de Medina, por su paciencia, y sin quien no hubiera sido posible que este documento saliera a la luz, así como de María del Pilar Ruiz Borrega, Jorge Hernández Morillo y Luis Romero Fernández, por las correcciones y aclaraciones en cuanto al Condado de Belalcázar se refiere, y cómo no, a José Miguel Zamorano, por la magnífica portada que contextualiza, a la perfección, el contenido de la obra.


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Hinojosa del Duque, 13-11-2021.


sábado, 18 de septiembre de 2021

REESCRITURAS DEL PASADO



© María Dolores Rubio de Medina, 2021.


Un monolito con la leyenda «EN MEMORIA DE LOS HOMBRES Y MUJERES QUE DIERON SU VIDA POR LA LIBERTAD Y LA DEMOCRACIA 1939-1978» se ha colocado este verano dentro del recinto del cementerio de Hinojosa del Duque. Es una construcción de granito, que consta de cuatro caras, rematada por un surtidor  de agua que riega, suavemente, los nombres y los apellidos de 204 personas –si no los he contado mal, aunque una persona pudiera estar repetida– que aparecen grabados en sus cuatro costados.


En ningún caso cuestiono el derecho de las instituciones públicas o de las personas interesadas en dar un homenaje a quienes estiman que se deben homenajear; incluso tomando las fechas que deseen, si la ley lo permite. Sí considero que, tras la Transición, el homenaje lo merecen todas las víctimas, las de los dos bandos de la Guerra Civil, habida en cuenta que, al fin y al cabo, la mejor definición sobre esta contienda es la de una guerra de malos contra malos (definición que comparto).


Ahora bien, construir un monumento sin facilitar una breve biografía de lo que hizo cada una de esas 204 personas por la libertad y la democracia es anómalo, porque presumiblemente se estaría realizando un blanqueamiento de algunos verdugos que, más tarde, fueron víctimas. Así solo recordaremos a aquellos a los que se le aplicó la injusticia privándoles de la vida, sin ver el mal que, alguna de esas personas, hicieron previamente.


No saber quienes fueron, exactamente, aquellas personas  lleva a soltar la imaginación por caminos muy oscuros. Sin ir más lejos, la mía.


Cuando hace un par de semanas comencé a leer la primera cara del monolito, un escalofrío me recorrió cuando llegué a la línea número 30 de la lista de víctimas, a un tal Pablo Aranda González. Este nombre y estos apellidos coinciden con los del Tuerto Riñones, cuyas andanzas en «la lucha por la democracia y la libertad», aparecen descritas en una sentencia dictada en la plaza de Hinojosa del Duque (Córdoba) el 23 de junio de 1939 (Sumarísimo 11.930. Legajo 693, Nº 10.115. Archivo Militar de Sevilla). 


En el documento constan las barbaridades por las que fue condenado, entre otras, haber cometido asesinatos, mutilaciones y torturas. La leyenda cuenta que asesinó o intervino en la ejecución de más de 80 personas; pero ¡ojo! que solo hablo de leyenda. Pero sí puedo contar alguna realidad, y sin menospreciar a ninguna de las víctimas de ese psicópata y sádico que respondía al alias de Tuerto Riñones, por si duda de la veracidad de la sentencia, me limitaré a transcribir un párrafo: 


«...también persiguió y maltrató tenazmente a Don Gabriel de Medina García, el cual, al saber que lo buscaban para matarle, huyó al campo con objeto de pasarse a las filas Nacionales, pero fue descubierto por una mujerzuela, hizo que el ‘‘Tuerto Riñones’’ y otros más le persiguieran, alcanzándolo de dos disparos que le hicieron, de los que resultó herido, y acercándose a él el encartado, le disparó otro más con bala explosiva en la cara, que le produjo la pérdida del ojo derecho, cavando a continuación la fosa para enterrarlo, impidiéndolo otro miliciano que, dentro de su maldad, se sintió algo humanitario y quiso que le llevasen al pueblo por estar aún con vida. Una vez en el pueblo, el repetido ‘‘Tuerto Riñones’’ lo arrojó sobre la pared de una casa, cogiéndolo después por los pies y con una miliciana sentada encima lo arrastró por las calles sin conseguir a pesar de tanta salvajada exterminar a su desgraciada víctima; por último, lo condujo a la estación de Zújar, tirándolo sobre el carbón de una locomotora y al oírle decir que tenía frío, lo metió dentro de la caldera de dicha máquina, de donde un individuo apiadado de el y conmovido de tanta maldad, le sacó diciendo que eso no se hacía con ninguna persona, aunque quisiera que se muriera;».


Como jurista y como persona me parece terrible el final de Pablo Aranda González. A nadie se le puede privar de la vida, salvo en el caso de legítima defensa; así que es un espanto que por sus hechos fuese condenado al garrote vil. 


Con el monolito se ha transformado a esa persona, se oculta la visión del verdugo resaltando su condición de víctima y todo ello, para tratar de diluir su responsabilidad, para hacerlo bueno –y sí, los que lo condenaron y lo ejecutaron tampoco fueron los buenos, pero en eso ya estamos de acuerdo––. No voy a cuestionar el lugar elegido para enaltecer a algunos que, previamente, fueron verdugos, pero sí puedo asegurarles que la historia de Gabriel de Medina García es verdad, que sobrevivió gracias al milagro de unos compañeros del propio Tuerto Riñones que consideraron que una cosa era «luchar por la libertad y la democracia» y otra muy distinta, ensañarse de forma inhumana en un semejante. ¿Qué libertad y democracia hay en asesinar, mutilar y torturar? 


Puedo decir que es verdad porque durante 14 años vi a Gabriel alimentarse con una cucharita porque la bala explosiva que le reventó en la cara, disparada por el Tuerto Riñones, le dejó como secuelas la perdida del ojo derecho, un gran agujero en el carrillo y una boquita de piñón que solo admitía alimentos ensopados. 


Poner nombres sin señalar sus méritos tiene estos inconvenientes, que la imaginación se desboca, al menos la mía. Poner en monumento determinados nombres y apellidos, no blanquea ni diluye las responsabilidad de las atrocidades que algunas de esas víctimas cometieron en su momento. 


Y si usted está leyendo esto, es porque Gabriel de Medina García tuvo fuerzas para sobrevivir al sadismo y la atrocidad y tener, finalizada la Guerra Civil, una hija, mi madre. 

sábado, 7 de agosto de 2021

DOMINGO REX: EL LEGADO DE UN REPUBLICANO ERRANTE



© María Dolores Rubio de Medina, 2021.



Corren malos tiempos para la lírica republicana, especialmente en mi pueblo, Hinojosa del Duque, pero me asomo por aquí, a cuerpo gentil, para presentar mi penúltimo libro. Se trata de la biografía -un libro de 264 páginas- de los hombres más misteriosos que han pasado por mi pueblo, el maestro republicano Domingo Rex, cuya vida he reconstruido siguiendo su hilo a través de sus publicaciones en los periódicos. 



Un proyecto personal al que, después de varios años de trabajo,
por fin le he dado carpetazo.




Para explicar las razones que me llevaron a embarcarme en este proyecto, que tras tres años de investigación, viajes, búsqueda en archivos y hemerotecas digitales, y uno transcribiendo los apuntes recopilados, nada mejor que reproducir la introducción de mi libro:



«Mi padre, Pablo M. Rubio Ramos, fue gran amante de las cosas de nuestro pueblo, Hinojosa del Duque; conocía las veredas, los montes, las minas, las eras, los corrales, la gente del campo, los profesionales. A todos los lugares y a todas personas los llamaba por su nombre, apellidos y apodo; sin embargo, sus conocimientos se estrellaron contra la fotocopia de un documento que alguien le regaló un día. Era la portadilla del libro escolar Luces, con el nombre de Domingo Rex y con Hinojosa del Duque, debajo. No le pudieron dar el santo y seña de aquel escritor, parecía que se lo había tragado la tierra. En los años en los que internet comenzaba a despuntar, apenas pudo averiguar que Domingo Rex había sido maestro en su pueblo durante la II República y que fue uno de los fundadores del periódico Hinojosa.


Un día, buscando en internet libros de segunda mano sobre mi pueblo, di con ese volumen que intrigó a mi padre. Lo vendían por 100 euros, me pareció excesivamente caro y lo dejé pasar, cosa de la estoy arrepentida. Mi padre nunca hubiera dejado pasar esa oportunidad, aunque sí he logrado acariciar un original de ese libro tan extraño en Belalcázar, el pueblo de al lado, y que, probablemente, perteneció a los hijos de Corpus Barga, como me explicó su propietario, Joaquín Chamero. La vida tiene esas rarezas. 


Otro día metí en un buscador de prensa digital las palabras «Domingo Rex» y quedé sorprendida por la cantidad de periódicos que citaban su nombre. Había sido una persona muy popular en la cultura española de los años veinte del siglo pasado hasta que desapareció de la escena literaria, provocando la extrañeza de sus colegas periodistas. Descubrí que la tierra que se había tragado a Domingo Rex era la mía, que fue el lugar donde estuvo destinado como maestro, entre 1930-1933; y, además, que podía seguir el hilo de sus andanzas a través de las noticias que se publicaron en el periódico Hinojosa. 


Mi propósito fue rescatar del olvido a Domingo Rex, el hombre que había intrigado a mi padre; obsesión que se hizo más intensa cuando reparé en que se estaban rescatando a los intelectuales españoles emigrados, a consecuencia de la Guerra Civil, a México. A Domingo Rex, con harta frecuencia, se le cita como un diplomático rico o un editor de recursos sobrados; lo cierto es que nunca fue así, casi todos sus proyectos literarios y sus negocios acabaron en fracaso. Los primeros 50 años de su vida, que centran el contenido de este estudio, estuvieron llenos de penurias más que de felicidad y recursos, sólo logró cierto acomodo cuando se integró en la radio mexicana y se arriesgó a publicar libros que sirvieron para que los exiliados españoles en México recuperasen algo de la cultura española.


Este estudio es una biografía incompleta que permite poner algunas luces sobre los avatares de su vida, datos que he logrado rastreando los periódicos españoles, franceses, mexicanos y brasileños. Me he centrado en sus primeros 50 años, especialmente en los años que pasó en España, pues sobre su vida mexicana, el propio Rex se ha ocupado de dejar sus impresiones en sus memorias, libro que publicó cuando tenía 82 años. 


¿Quién fue Domingo Rex? La repuesta tiene dos versiones; la corta, que consiste en leer el poema que transcribo y que se publicó en el semanario Hinojosa, n.º 7 (1930), página 2, titulado «Tu vida», en el que Agustín Navas clava su personalidad en pocas líneas; o la versión larga, para sumergirse en la lectura de este estudio que resume, a grandes rasgos, la mayor parte de su vida. 


En sus manos pongo las dos versiones, empecemos con la corta:


Tu vida


                                                  Para Domingo Rex.


Cabalgando en el rocín de tu ilusión

has corrido por el mundo sin ventura,

imitando a Don Quijote en su locura

y llevando por celada el corazón;

es tu vida, de su vida imitación;

tu figura, copia es fiel de su figura,

cual la suya es tu propia desventura,

y te cerca, cual a él, la incomprensión…

Sin coraza, sin caballo, sin espuela

sigues siendo noble andante caballero

en el campo de batalla de una escuela…

Tu cerebro, forjador de idealidades,

no descansa, siempre crea: o sublimes

fantasías o propias enfermedades…

                                                          Agustín Navas.»



Para empezar a saborear la versión larga:



Cubiertas de la biografía.
La contraportada es una composición de los libros
publicados por Rex como autor o editor,
incluyendo una fotografía del autor tomada
durante la proclamación de la II República en Hinojosa.


En estos momento, el libro se encuentra fuera de los círculos comerciales, por tratarse de una autoedición; no obstante, en breve, espero tener ocasión de poder presentarlo en Hinojosa, de lo que daré la debida publicidad cuando fuere posible.





En Sevilla, 7 de agosto de 2021. 


II Año del Glorioso Bicho Fiero.

sábado, 31 de julio de 2021

ISABEL I DE CASTILLA. JUSTICIA PARA HINOJOSA (Obra teatral)

 


© María Dolores Rubio de Medina, 2021

© Santos Ortega Gómez, 2021



Os presentamos nuestra nueva obra teatral, titulada Isabel I de Castilla. Justicia para Hinojosa, creada a raíz del descubrimiento de un pequeño relato encontrado en el libro La Reina Isabel. (Anecdotario de la Reina Católica), de Fernando Faina (1957), donde se narran una serie de hechos históricos acontecidos durante su reinado.


La trama se ha completado tras una exhaustiva investigación a través de fondos documentales de diversa índole, como el archivo de los Duques de Osuna (en el que se integran los fondos del Condado de Belalcázar y del Ducado de Béjar), conservado en el Archivo de la Nobleza (Toledo); además de contrastar información sobre datos geográficos, distancias entre puntos recorridos, etc., podemos asegurar que toda aquella información aportada en cuanto a localizaciones y hechos es veraz.



Portada del manuscrito teatral, 
diseñada por Santos Ortega Gómez.


Cierto es que, como autores, nos hemos permitido ciertas licencias para adaptar la obra, pero ninguna que afecte a la veracidad de los hechos históricos. Por ejemplo, hemos añadido una escena en la que se entierra un pequeño tesoro de monedas de oro. Este acontecimiento se ha incluido ya que, a principios del siglo XVII, se descubrió en Hinojosa del Duque a las puertas de la Iglesia, y mientras se excavaba una fosa para enterrar un cuerpo, una gran cantidad de monedas de oro. Este hecho aparece documentado en el Archivo de la Nobleza (OSUNA, C458 5, D.I.). Pensamos que este episodio podría resultar interesante para intercalarlo en la  obra, de tal manera que alguna escena gira alrededor del enterramiento de ese tesoro.


La obra ha sido registrada, como viene siendo habitual desde nuestra colaboración conjunta, en el Registro de la Propiedad Intelectual de Andalucía, la llamada Plataforma NINFA, para garantizar nuestros derechos.


El manuscrito, puesto que de momento no entra en nuestros planes inmediatos su publicación en libro ni su representación –aunque estamos abiertos a escuchar todas las ofertas que quieran hacernos–, está distribuido en diez escenas. La obra  comienza en una estancia del Alcázar de Sevilla en plena planificación de la conquista de Granada; intervienen en su desarrollo, personajes históricos reales y varios alcaldes locales extraídos de los «Juicios de Residencia» celebrados en Hinojosa. A medida que se va desarrollando el drama, con un terrible y sangriento desenlace que hoy seria inimaginable, vemos como va cobrando importancia el papel de los recitadores de romances o de los juglares, con los que introducimos en la trama la histórica canción sobre la reina Isabel, que oralmente ha pasado en nuestro pueblo de padres a hijos y de abuelos a nietos, la cual pone el broche final a toda la historia.


El teatro popular, como sabemos, tiene una gran tradición  en Hinojosa del Duque, por lo que, como autores, esperamos que algún día puedan disfrutar de este manuscrito –desde un escenario o desde las páginas de un libro–; que lo único que  pretende es enriquecer la historia y cultura de nuestra ciudad.


Damos por acabada la tarea conjunta de escribir esta obra, en estos terribles años de la pandemia en las que las circunstancias sanitarias nos han hecho pasar demasiado tiempo en casa, periodo al que hemos tratado de sacarle utilidad; pero no cerramos la puerta a futuras colaboraciones. Así que, puede que nunca llegue el día en que podamos verla representada o publicada, pero eso es lo de menos, nosotros seguimos manteniendo la pasión por descubrir nuestro pasado para traerlo al presente, o la voluntad de escribir nuestro presente para dejarlo marcado para el futuro, tarea en la que nos pondremos, otra vez, en breve.


31 de julio de 2021.