domingo, 22 de mayo de 2022

COMERSE GAFIQ



© María Dolores Rubio de Medina, 2022


Gafiq, Gahete o Belalcázar eran –y es– en mi imaginario personal, un lugar para ver, con su castillo cerrado a cal y canto, hasta hace poco tiempo. Ahora ya podemos subir a su torre del homenaje, la más alta de todos los castillos españoles, y echar los ojos al vuelo para ver el territorio de tres Comunidades Autónomas (Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha); pero, ademas, desde ayer, sábado, Gafiq es, también, un lugar para comer, al margen de los desayunos pantagruélicos con churros, en mitad de la Plaza de la Constitución.


En 2020, un mes antes del cierre de la hostelería por el anómalo e ilegal cerrajón impuesto en el país (con un inadecuado estado de alarma para los fines que perseguía), el día de los enamorados, abrió en la Plaza de la Constitución de Belalcázar el restaurante Gafiq Gastronómico, en la Casa de la Cultura, en el edificio que antes fue iglesia de San Antonio y también hospital. El restaurante es un nuevo espacio gastronómico, insólito por la novedad de su enfoque que, de entrada, te recibe como un teatro, con un espectacular collage realizado con libros abiertos y donde, los libros se apilan, otra vez, sobre algún reclinatorio. 



Cortinaje en la entrada del bar.



Cuadro-collage en la pared del bar,
compuesto de libros abiertos.


En poco más de par años, en un país que ha sufrido los altibajos económicos derivados de la inadecuada gestión de pandemia, que encerró a la gente en sus casas y lugares de residencia, el
restaurante Gafiq Gastronómico se ha transformado en un Centro de interpretación de degustaciones gastronómicas, impulsado por un dúo que ha traído novedades al lugar que fue la cabeza del Condado de Belalcázar. El nuevo concepto de espacio de hostelería y de enseñanza gastronómica está siendo liderado por D. Francisco Ayora y D. José Vigara (cocinero), y ha logrado conquistar su lugar en las revistas gastronómicas, como lo demuestra la revista Gurmé Córdoba (ABC) del día 3/2/2022.


Reclinatorio con libros en un ángulo
del comedor.

Confieso que me acerqué al lugar, más que nada, por la arquería de granito de su interior que había visto en las fotografías de las redes sociales, antes que por su carta. Los arcos de granito y la disposición del comedor me recordaban el «comedero» de la casa de mis abuelos en Belalcázar. En Hinojosa del Duque los «comederos» eran –y son– los lugares de la afueras donde se guardan y alimentan los animales, se guarda el tractor o los aperos y donde, en ocasiones, se tiene algún huertecito. En Belalcázar, como bien supe leyendo La vida rota de Corpus Barga, años después, «comedero» es la cocina, el lugar más caldeado de la casa por estar la chimenea, siempre encendida en invierno; pero acabé yéndome del lugar, resuelta a volver, más pronto que tarde, porque descubrí que en Gafiq podía comerse con añoranza de los tiempos que se fueron, adaptados al siglo XXI.


La sala interior del restaurante es un lugar espacioso, con sus mesas de camilla (con su brasero de picón o ascuas en invierno), muy separadas unas de otras, que permite la conversación fluida y discreta con tus comensales sin tener que enterarte de las confidencias de los ocupantes de las mesas vecinas. Está decorado con mobiliario de principio del siglo XX y, en uno de los recodos de la sala, recordando los antiguos doblados, están los aperos del campo, debidamente apilados y colgados de las paredes, que crean una tenue atmósfera propia de un pueblo agrícola-ganadero.


Comedor: arquería de granito y mesas camilla para
los comensales; al fondo un altillo con aperos de labranza.

Detalle del altillo.


Al leer la carta, reparé en los rótulos que separaban los entrantes, de los platos y postres. Descubrí que la seriedad del proyecto de hostelería no estaba exenta de un gran toque de humor. Los entrantes venían agrupados bajo el título de «Nos entretenemos???»; los primeros bajo la entrada: «¡Mama! ¿Qué comemos hoy?», la frase que daba entrada a que tu madre, harta de la pregunta, te contestase: «comida»; los pescados bajo un divertido, «Al agua patos»; y las carnes comenzaban bajo el eslogan «La cabra tira al monte»; para finalizar con unos postres... «De rechupete». 

Optamos por pedir un vino de la tierra, un «pitarra» y una entrada, «La torreznera», compuesta de lomo, chorizo, torrezno y costilla en adobo, que fue presentada en un artilugio de hojalata con tapa. Pese a ser de la zona, me resultó tan extraño que pregunté su origen, me dijeron que era de un hojalatero de Hinojosa del Duque. Tradicionalmente, las torrezneras que he conocido era una ollas de barro con una especie de canalón acoplado en las bocas con agujeros, donde se iban echando el lomo y los torreznos cuando se freían en las matanzas para escurrirlos y pasarlos luego a una orza con manteca para conservarlos varios meses. Fui a comer, y también alimenté mi espíritu, ese artilugio de hojalata ha ampliado mis conocimientos antropológicos, para el colmo.


La torreznera, las viandas sobre un lecho de patatas fritas,
fueron regadas con una copa de "Pitarra".


Y como no sabíamos cuánta cantidad tenía el plato, optamos por pedir dos primeros e ir viendo como venía el asunto; así cayeron una «crema de salmorejo con patatas de mi pueblo» y una «mazamorra de queso y fruta escarchada» (exquisita). 



Mazamorra de queso y fruta escarchada.

Crema de salmorejo con patatas de mi pueblo.


Eran platos delicados y tradicionales, con su punto de acabado moderno, abundantes y contundentes, por lo que pasamos directamente al postre («yogur de oveja con pasas al chocolate» y «Flor de almendra» de las Clarisas de Belalcázar) y  optamos dejar para otra ocasión, la prueba de los segundos.


Abajo, la famosa Flor de almendra de las Clarisas de Belalcázar, 
exquisito postre a base de almendra laminada.


Yogur de oveja con pasas al chocolate.


El trato de los camareros fue correcto y sobre todo, la cocina iba como una seda, los comensales eran servidos con rapidez y a su tiempo, sin demoras entre plato y plato; anomalía que, desgraciadamente, es uno de los males de la cocina de Los Pedroches. Lo más importante fue descubrir cómo integran las cosas de la tierra –el vino de Pitarra, la callada y eficaz labor de las Clarisas sirviendo su exquisita repostería, las verduras y chacinas de la comarca, etc.– en la carta, demostrando aquello de que buen vasallo fuera (cocinero, que fue excelente), si hubiera buen señor (buen producto de la tierra).


Las visitas culturales a Belalcázar, para ver el castillo y/o el Monasterio de Santa Clara, cuando no para asistir a su teatro popular: «El halcón y la columna», que este año se verá acrecentado con la representación, por primera vez, de «La Cueva de la mora de Gadif» de la que es autor «mi maestro de encuadernación y mi consultor de cabecera de la historia de Belalcázar», Joaquín Chamero Serena, tiene su culminación en algo que, con mucho esfuerzo, está surgiendo poco a poco, gracias al esfuerzo de unos emprendedores que se han arremangado para sacar adelante los negocios que han montado en su tierra. 


La torreznera en miniatura donde te presentan la cuenta,
ideal para dejar las propinas. 


Por eso, desde hoy, les recomiendo comerse y beberse Gafiq (con los ojos y con la boca), lo harán como un conde, un señorito, un rojo o un anarquista de la casa de los Barga, que haberlos, haylos.


Sevilla, 21 de mayo de 2022.

jueves, 12 de mayo de 2022

LA PUENTE




© María Dolores Rubio de Medina, 2022.


Fue una infancia en la que las calles no tenían los nombres de la nomenclatura oficial. Tampoco los adultos, que eran designados por la cortedad a la que alcanzaba nuestro mundo, limitado a la escuela y las calles más cercanas a casa. La gente, los amigos, eran conocidos por su nombre de pila; por el primer apellido cuando había muchos Manolos y no se podían llamar «Manolo» en un partido de fútbol para pasar la pelota porque acudían a llamada cuatro Manolos a la vez, aunque fueran del equipo contrario. Tampoco tenían nombres ni apellidos las familias, todo se resolvía cuando había que mencionarlas diciendo: «la madre de Jesús», «la tía de Jesús», «el padre de Jesús», «el hermano grande de Jesús», etc. así hasta abarcar a toda la dinastía.

Pero si hubo un lugar esotérico y mágico; odiado y amado en la infancia de la generación de los 60 en Hinojosa del Duque, ese lugar fue, sin duda, La Puente. Claro que el verano sin escuela era cuestión aparte, cuando nos aventurábamos a colarnos en una piscina de una huerta o en el cine de verano sin pagar la entrada.



"La Puente" en 1974.


Muchas tardes empezaban en La plazoleta o en Las Cuatro Equinas y acababan en el estanco de la Teresa, donde se compraban dos cajas de mixtos por una peseta para meternos en La Puente. El que había pagado las cerillas encabezaba la marcha. Así nos introducíamos, en cuclillas, una fila de muchachos y muchachas, uno detrás de otro, por el túnel con la ansiada aspiración de salir por la otra boca, por la otra Puente. Se avanzaba por el interior de la alcantarilla a la tenue luz del cerillo, sin ver otra cosa que la espalda del que tenías delante y un halo luminoso más al fondo, hasta que el que sostenía el mixto se quemaba los dedos y lo tiraba. Se hacía la oscuridad. Esperábamos disimulando el miedo, a oscuras, hasta que el intrépido cabeza de la expedición abría la caja, sacaba otro cerillo y lograba encenderlo, no siempre a la primera, y, de nuevo, lo oscuro era menos oscuro.

La aventura siempre acababa abortada, a mitad del recorrido llegábamos al cieno del interior de la cañería, y se imponía la cordura, nadie quería pisar el barro para mancharse los zapatos y que le echaran una bronca en casa. La sensatez predominaba y desistía de ir de Puente a Puente como si estuviéramos jugando a La Oca. Otras veces la razón llegaba cuando se acababan los mixtos y desistíamos caminar a oscuras. La vuelta siempre era rápida, todos corriendo en cuchillas en dirección a la luz que entraba por la boca del túnel, empujándonos unos a otros, aliviados de poder salir y dejar atrás aquella oscuridad. 

Fracasar en la aventura no nos quitaba las agallas de intentarlo de nuevo, alguna vez con una vela que la corriente dentro del túnel apagaba rauda, con que los mixtos también se agotaban más pronto que tarde; en otra ocasión con un espejo roto. A Pelagio, el de comercio, le llegó una partida de espejos, uno de ellos salió de la caja roto, y Pelagio lo tiró a la basura. Alguien rescató el marco con medio espejo y colocándolo en la boca de La Puente, moviéndolo para que se reflejara el sol, a los gritos de los que se metieron dentro, logró iluminar el interior de la alcantarilla. Fue la vez que llegamos más lejos, pero de nuevo el cieno de las aguas residuales, nos cortó el paso.

Había que seguir intentándolo, pero un día, los niños de Hinojosa, se quedaron sin La Puente. Las autoridades locales, con buen criterio, pusieron una reja a la entrada. Siempre que paso por ahí, por ese lugar, hago lo mismo que otros amigos de aquella época harán: echarles maldiciones a quienes nos desmitificaron uno de los lugares de la niñez poniéndole una reja, como si fuera una cárcel.



"La Puente" en enero de este año.


Sevilla, 12 de mayo de 2022.

jueves, 5 de mayo de 2022

Las cruceras de la Cruz del Chaparral (Añora)




© María Dolores Rubio de Medina, 2022


El primer fin de semana de mayo de 2022, tras dos años de celebraciones suspendidas por la pandemia, se reanudaron las festividades de mayo ligadas a las cruces y las romerías. En Añora (Córdoba), el ritual del primer fin de semana del mes de mayo es «vestir la Cruz», costumbre que se realiza desde el s. XVI. En su origen era una fiesta religiosa, que hoy incorpora otros actos de carácter más lúdico-económico; y que incluye, por ejemplo, la celebración de un mercadillo en la plaza principal de pueblo, la organización de un concurso de pintura rápida y diversas actuaciones musicales.


Detalle de una Cruz interior, 2022.


La «Fiesta de la Cruz» –o como se la denomina en muchos pueblos de Los Pedroches, «las cruces de Añora»–, ha sido declarada Fiesta de Interés Turístico de Andalucía. La espectacularidad de la fiesta y la repercusión que tiene a nivel comarcal y nacional, son sobradamente conocidas, no en vano, en Añora se «vestía las cruces» cuando en ningún otro pueblo de la Comarca se realizaba un celebración similar. Hoy en día, la celebración de concursos de Cruces en el mes de mayo es una celebración muy popular en los pueblos de Los Pedroches; no obstante, el único pueblo que sigue guardando su originalidad y carácter genuino es Añora, pues tiene Fiesta de la Cruz con una marca propia, una forma de concebir las cruces que la diferencia de los demás pueblos. A ello contribuye, de manera especial, la abundancia de cruces de granito en el pueblo, dispersas por sus calles o plazas, que permiten a «las cruceras» –cierto que también intervienen hombres, pero siempre ha sido una fiesta más asociada a las mujeres, que llevan a cabo la voz y el esfuerzo cantante– desplegar su creatividad.

Usando el vocabulario local, las Cruces «se visten», exactamente como si fuera una persona. Atrás quedaron esas «cruceras» vestidas de negro y con mandiles que se reunían en torno a las mismas eternas cruces exteriores, o se recogían en los interiores de las casa, en las que, como cuevas, se abría la habitación de la Cruz, mientras ellas vigilaban, sentada en recios bancos de madera o alrededor de la mesa camilla, a los propios y foráneos que invadían la intimidad de sus casa para «espiar» la belleza del interior. Atrás quedaron «las cruceras» enlutadas que el tiempo ha detenido en las páginas del libro Cruces de Añora. Paisaje en el tiempo de Ismael Sánchez Aparicio y Alejandro López Andrada (Ayuntamiento de Añora, 2000). Hoy «las cruceras» son de nuestro tiempo: miran mucho por su economía, por lo que adquieren los productos necesarios para hacer los adornos de las cruces en Amazon (donde compran la purpurina, alguna pistola de silicona, la resina, el pegamento, etc.); consultan el tiempo que hará en sus móviles, para ver si la inoportuna lluvia invadirá su efímera creación; y atienden a los medios de comunicación locales, nacionales e internacionales, que acuden al pequeño pueblo de poco más de 1.500 habitantes para que hablen del misterioso ritual de «vestir la Cruz», que cada año revive en  el mes de mayo.


La Cruz del Chaparral


Aunque este año «las cruceras» han volcado su creatividad en cuatro cruces interiores y ocho exteriores, me voy a centrar en la Cruz del Chaparral; por dos razones; primero, porque cuando me puse en contacto con mi amiga, la escritora Raquel Gil Espejo, para avisarla de que iría a Añora, me dijo con gran alegría: Este año soy crucera, así que, por este detalle, he dispuesto de una fuente de primera mano para hacer este «Trabajo de Campo»; y, en segundo lugar, porque, a pesar de haber obtenido solo el cuarto premio del concurso de las Cruces, «las cruceras» introdujeron un introdujo una innovación que, al parecer, no fue muy valorada por el jurado: pusieron cifras al trabajo realizado, al instalar un panel informativo en el que, didácticamente, explicaban el proceso de elaboración de las hojas y las flores con tela de cancán y utilizando botellas de plástico de color blanco que fueron acumulando a lo largo del año. Gracias a ese panel, conocemos la cantidad de adornos que tuvieron que confeccionar para «vestir» a la Cruz.


Panel informativo del proceso creativo del la Cruz.


La Cruz del Chaparral es exterior, está dispuesta sobre una plataforma de granito de dos niveles; en el centro, al final de tres escalones de granito cuadrados, se alza la Cruz. Para vestirla, una treintena de noriegos (de ellos 22 mujeres) desarrollaron la idea de una «jefa», aunque estamos ante una colectividad, cuya cohesión social se basa en la participación de todos, por los que se fueron incorporando opiniones para mejorar el diseño. Durante unos dos meses, el grupo se reunió en una casa «prestada», donde fabricaron artesanalmente los adornos, aunque algunas personas elaboraron sus trabajos en sus propias casas. 

Al igual que en cualquier otra Cruz, el secretísimo del diseño es otro de los elementos de cohesión social del grupo. Se oculta al resto del pueblo, a los otros grupos que también elaboran, en secreto, sus propias cruces. Informar del proyecto es dar armas a la competencia, jugarse el prestigio de la Cruz. Al día de hoy, el comercio electrónico es un plus para mantener en secreto su elaboración, pues los materiales adquiridos para vestir la Cruz llegan al pueblo en cajas herméticamente cerradas.

Es el propio grupo de «cruceras» y «cruceros» el que asume los gastos de la elaboración de su Cruz, así en la Cruz del Chaparral, cada miembro participó añadiendo al fondo común 20 euros, que se utilizaron, principalmente, para comprar los materiales, incluso para adquirir los sacos de sal que sirvieron de alfombra para la Cruz. También forman parte del fondo los botes procedente de los premios, los cuales, si se obtienen, se guardan para la elaboración de la Cruz del año siguiente; pues hay que seguir manteniendo el prestigio de ese barrio, de esas calles, de esa cruz de granito, hay que continuar con la ritualidad. 

En la localidad se le da forma a los hierros que sirven para fijar el decorado de las Cruces exteriores, que se encargan a los herreros que han sido contratados por el ayuntamiento. También corresponde al consistorio local preparar las estructuras metálicas que sirve para colocar los focos que iluminarán las Cruces exteriores, pues no hay que olvidar que el día grande de la fiesta es la noche, la del sábado al domingo, en este año 2022, la noche del 30 de abril al 1 de mayo. 

En días previos, un grupo de cruceras se reunió para preparar los dulces que se fueron consumiendo durante la noche de la velá que, sobre todo, son muestra de la hospitalidad con la que los noriegos agasajan a los vecinos y forasteros que acercan a visitar las Cruces. Se hicieron bandejas y bandejas (a veces se presentan en pequeños barreños) de hojuelas (flores de sartén), borrachuelos, rosquillos... También se preparó chocolate. 

Una vez que «las cruceras» hubieron confeccionado y reunido las distintas piezas para vestir la Cruz, a primera hora de la mañana del mismo día en el que celebra el día grande de la Cruz (la velá), que siempre es en sábado, salieron a la calle con los materiales para comenzar a «vestir la Cruz». Es el momento en que se hace más patente la labor de los hombres del grupo, que intervienen en la colocación de las carpas; en el montaje de los andamios que servirán a las «cruceras» para colocar los adornos, en este caso fueron unas estructuras de hierro que se fijaron al suelo con tornillos; aunque si el material lo permite, también se fijan con silicona. También se ocuparon de reunir troncos, cerca de la Cruz, para hacer la candela, alrededor de la que transcurre el día y la noche, y se realizan las comidas de confraternidad, que también salen de un fondo común.

A las 19,00 horas del sábado (30 de abril) comenzó el momento mágico de la apertura de las cruces y, oficialmente, la «Noche de la Velá», la fiesta grande. «Las cruceras» intentan atemperar los nervios, pues la suerte ya está echada, contemplan la Cruz vestida y reciben los elogios de los visitantes, mientras cantan las canciones típicas, «los mayos». El grupo, con disimulo, intenta identificar entre el gentío a las 4 personas que forman el jurado que concederá los premios. La fiesta no para, un grupo de jotas noriego y la Tuna van actuando alrededor de las Cruces, entreteniendo a los noriegos y a los forasteros, mientras, a lo largo de la noche, los integrantes del jurado, normalmente relacionados con el mundo de la cultura, van visitando cada una de las Cruces, solo se conoce su identidad cuando se falla el concurso en la Casa de la Cultura. Este año, el fallo se fijó para las 3,30 de la madrugada. 

Cuando se conocen las Cruces ganadoras de los premios, las ganas de fiesta van decreciendo y los grupos de «cruceros» y de visitantes comienza a retirarse a descansar. A «las cruceras» todavía les quedará otra jornada, pues las Cruces estarán abiertas todo el domingo. Al día siguiente, bien entrado el día, comienzan a agruparse alrededor de su Cruz, en la que celebraran otra comida de confraternidad, mientras, de vez en cuando, suena el popular estribillo:

Mayo, mayo, mayo;

bienvenido seas para trigos y cebadas, 

caminitos y veredas.



Participante del V Concurso de Pintura "Fiesta de la Cruz".



Sevilla, 05-05-2022. 


lunes, 2 de mayo de 2022

EL ESTADO DE LA HINOJOSA DEL IV DUQUE DE RIVAS (TESTAMENTARÍA)

Con la lectura de una parte de la testamentaría del IV Duque de Rivas se descubre que fue propietario de diversos inmuebles rústicos en varios lugares a los que llamaba el «Estado de la Hinojosa».

Los documentos podrían haber sido unas hojas sueltas, manuscritas, que posteriormente fueron encuadernadas en un libro que en la lomera –en letras doradas– lleva dos leyendas: «Hinojosa» y «Duque de Rivas». En la primera página del libro aparecen un par de líneas que resumen su contenido de forma muy básica: «Índice de los documentos pertenecientes al Estado de la Hinojosa».

Se trata de un libro delgado, tamaño folio, encuadernado en cuero negro, con la lomera y las esquinas con apliques verdes. Las cubiertas se rematan con con adornos dorados. Las guardas interiores son de un bello y grueso papel de aguas de tonos grises, negros y dorados, salpicadas de pintas blancas.

El libro-testamentaría es propiedad de D. Daniel Castellano Aranda que, generoso como pocos, me prestó el volumen, lo que me ha permitido transcribir su contenido en ratos muertos. 

La transcripción la vuelco en este 


CUADERNOS COLODROS NÚM. 7


de forma literal, sin ningún añadido ni ninguna investigación, como material para que que otros investigadores, si lo consideran oportuno, puedan sacarle el partido que merece. 

Curiosamente, aunque el título del libro se refiere a Hinojosa del Duque, muchas de las fincas rústicas a las que se citan no se corresponden con su término municipal, pues también abarcan tierras dispersas por Belalcázar y algún pueblo de Extremadura, como veremos.



Sevilla, 2 de mayo de 2022.