sábado, 20 de marzo de 2021

LA VIRGEN DE LA ANTIGUA Y EL NIÑO AMBROSIO (1921-2021)




© María Dolores Rubio de Medina, 2021


En otras primaveras de la primera mitad del siglo pasado, las fiestas de Virgen de la Antigua eran unas velás o novenas que se realizaban para los cortijeros que vivían con sus familias en los cortijos y casas de aperos de los alrededores, en el paraje de la Toleda. 

Las dificultades de los desplazamientos, propias de la época, impedían que la gente acudiera en masa al paraje de la ermita, como ocurre en la actualidad. Aunque hablamos de fiestas de reducida afluencia, los asistentes vivían las novenas o velás de forma muy intensa y pasional, porque los cortijeros, también tendían a rendir culto a Baco y bebían mucho vino. Ya se sabe la fama que tiene el vino de Pitarra, como cuentan nuestros mayores: «entra bien, pero es cabezón», con ello se señala que es vino de cuidado, con el que te emborrachas con poca cantidad. En esas velás era habitual que los hombres de campo descansaran de las duras faenas agrícolas con propiedad y bebieran más de la cuenta. Las consecuencias eran, como bien aclara el refranero, que «lo que se piensa cuerdo, se ejecuta de borracho» y aquellos hombres, hartos de vino, acaban sacando los rencores de palabra contra el vecino o el de más allá y, a veces, hasta las navajas, provocando muertes. Por eso hubo un alcalde que, incluso, suspendió estas novenas en evitación de males mayores, puesto que no se podía controlar que los patueros no llegasen a las manos. 

En ese ambiente, de distancias inabarcables, en el año 1921, ocurrió el «milagro del niño Ambrosio», por el que se cumplen 100 años esta primavera. Aunque la emergencia sanitaria provocada por el COVID-19 ha suspendido, por segunda vez, la celebración de la Romería, sí se está rindiendo tributo al «Centenario de la aparición de la Virgen al niño Ambrosio Arellano», para lo que se ha realizado un cartel conmemorativo del momento, obra de Mario Ramos; y también se ha elaborado un logo para representar el evento. Las Fiestas Patronales con otro formato, se celebran del 16 al 25 de abril de 2021.

Cartel conmemorativo del
Centenario de la aparición de la Virgen al niño Ambrosio Arellano.


La desaparición del niño no ocupó lugar en los periódicos de la época, quizá por lo apartado del paraje de la desaparición y por la rapidez con la que fue encontrado el niño, que desapareció un miércoles y apareció al día siguiente, jueves, tras estar toda una noche perdido. Que yo sepa, existen dos versiones escritas de lo que se conoce como el «milagro del niño Ambrosio». 

La primera versión de la desaparición es muy inmediata, y se la debemos a la pluma del Padre Juan Ruiz que la plasmó en su libro «La ilustre y noble villa de Hinojosa del Duque» (1922-23), en el Capítulo II, dedicado a las «Antiguas ermitas», que se abre con «Ntra. Sra. de La Antigua». La prosa austera y eficaz que usa el Padre Juan para contar los hechos que sucedieron en Hinojosa, se vuelve poética, intimista y muy emotiva cuando cuenta el suceso, por lo que reproduzco su relato en su integridad:

«En el pasado año de 1921, sucedió un hecho verdaderamente prodigioso. Un niño de poco más de dos años de edad, en una tarde del mes de Abril, llevando a pastar a su predilecto corderito, se alejó, se alejó del Cortijo o casa de campo y vino a sorprenderle la noche. El corderito volvió a la querencía de la majada; pero, ¿y el niño donde se había quedado...? Se presentó la noche: una noche fría y sin luna, únicamente alumbrada por el parpadeo de las estrellas; y sin más ruidos, que los aullidos de las fieras y los graznidos de las aves de rapiña. ¡Pobre niño!... ¿Dónde estará...? Sus padres lo buscan desalados: lo mismo hacen con verdadero afinco todos los colonos y vecinos de los cortijos limítrofes... Llevan luces, dan voces, llaman a gritos, pero... ¡el niño no responde...! ¿Habrá sido pasto de las fieras...? La Guardia Civil, reclamada, acude desde el puesto de Hinojosa y patrulla por los al- rededores; pero ¡todo sin fruto...! 

Amanece el día; y los campos se presentan cubiertos con una blanca sábana de escarcha... ¡Pobre niño...! ¡estará helado...! 

Mas, he aquí, que, cuando el sol todo lo alumbra con sus rayos, el niño, plácidamente dormido y recostado sobre su bracito, es hallado por unos vecinos... 

–¿Has tenido frío...? ¿Tienes ganas de comer...?–le preguntan. 

–No... Ha estado conmigo una muchacha...!
En esto llega el Domingo, día señalado para ir por la Sma. Virgen... El niño, acompañado de sus padres, acude a la Ermita para entregar a la Virgen de La Antigua el corderito ofrecido por éstos en las horas de angustia; pero... ¡oh prodigio...! al ver a la Señora, exclama: 

–¡Esa es la muchacha, que estuvo conmigo, me dió de comer y me calentaba...! 

¡El entusiasmo y el alborozo del pueblo congregado, para oír misa, fué indescriptible...! ¡Los gritos y vivas fueron ensordecedores...! 

Verdaderamente se cumplió una vez más, ¡que ninguno de los que han acudido a su protección, implorado su asistencia, y reclamado su auxilio, hayá sido abandonado...! 

El niño se llama Ambrosio Arellano Moreno, hijo de Gregorio y Petra.».


La segunda versión se encuentra en el libro «La Antigua, Nuestra Patrona» de Antonio Gil Moreno, sin año de edición. Adopta un punto narrativo omnisciente, introduciéndose en la mente del niño de forma un tanto sorprendente. El sacerdote-periodista nos cuenta que la familia Arellano Moreno explotaba una finca arrendada a un kilómetro de la ermita de la Virgen, en Las Patudas. El padre, Gregorio Arellano, se dirigió a la Majada con Ambrosio, su hijo de 29 meses, para ordeñar las ovejas junto con el pastor. El niño jugaba con un corderillo y en un momento determinado «sintió hambre, intentó encontrar a su madre y algo lejos vio sobre un cerro una casa blanca y quiso llegar a ella, pues la relacionó con el hecho de que su madre estaría en aquel lugar». El niño echó a andar por el camino de Peñarroya.

Cuenta que cuando Gregorio acabó su labor, le pidió a la pastora que le trajese a su hijo, al suponerlo dormido a su lado. En ese momento descubren en que no está el niño y se pusieron a buscarlo, incorporándose a la búsqueda vecinos de La Granjuela, Peñarroya, Hinojosa, así como la Guardia Civil, sin que apareciera ese 2 de marzo. 

«Al día siguiente un vecino de La Granjuela que poseía dos perrillos de caza, echó estos a la siembra y uno de ellos se quedó clavado sobre el tierno cuerpecito del niño que todavía estaba entre dormido y asustado».

El 5 de abril, el matrimonio Arellano Moreno con sus 5 hijos acudió a la ermita, y el niño Ambrosio se quedó mirando intensamente a la Virgen, por lo que la madre le preguntó a su hijo qué le ocurría, a lo que el niño respondió «Mamá, esa mujer fue la que anoche me envolvió en ese manto rojo que llevaba y cuidó de mí».


Frente a estas versiones escritas, también dispongo de una versión oral, la que me ha contado Manola Márquez, camarera de la Virgen de la Antigua. Su madre Pepa junto con su hermana Teodora mi abuela paterna-, que vivían en 1921 en cortijos de la zona La Patuda, ayudaron en las labores de búsqueda. Su versión se aproxima, a grandes rasgos, a la versión del Padre Juan Ruiz. 

Cuando el 2 de abril de 1921 se perdió el niño Ambrosio Arellano Moreno, los padres tardaron en darse cuenta. La madre creía que el niño estaba con el padre y el padre que estaba con la madre. Al niño, al parecer, le dieron un borreguito para que jugara y se fue detrás del animal al que persiguió jugando, cuando avanzó el día y el corderito tuvo hambre, se fue a buscar a su madre para mamar. El niño no pudo seguirlo y se perdió entre el sembrado propio de abril. Cuando el tiempo se echó encima, los padres descubrieron que el niño no estaba con nadie.

Se dio la voz de alarma y fueron todos a buscarlo, hasta los mineros de Peñarroya y Pueblonuevo se sumaron a la búsqueda, junto con la Guardia Civil y la gente de los pueblos de los alrededores. Todos se desperdigaron por los parajes de Las Patudas. Se acercó la noche y el niño no aparecía. Al día siguiente, uno de los hombres que se había unido a la búsqueda y que iba a Valsequillo, se dispuso a reanudar su camino porque se le hacía ya muy tarde. Recogió sus cosas y se puso en camino. Al poco, se encontró en un sembrado algo extraño: unos palitos puestos en fila, uno detrás de otro, clavados en la tierra. Extrañado por el descubrimiento se adentro en el sembrado unos metros, oteando. Descubrió al niño en un claro del sembrado, acostado de costado, con una mano bajo la carita y los ojos cerrados. Asustado, creyendo que estaba muerto, no se atrevió a tocarlo y como un loco y pegando voces, desanduvo el camino hasta donde se había separado de los demás, para avisarlos de su descubrimiento.

El domingo siguiente, 5 de abril, la familia visitó a la Virgen en su ermita.  El niño Ambrosio miró a la Virgen y, señalándola, «le dijo a su madre:

–Mamá, esa es la señora que me arropó con la mantilla.»


Logo conmemorativo del Milagro.


Esperando que al año que viene pueda ser una realidad la celebración de la Romería de la Virgen de la Antigua, finalizo esta entrada dando las gracias a Daniel Castellano Aranda por haberme prestado uno de los libros utilizados en esta entrada y mandarme el cartel y el logo del centenario.


En Sevilla, 20 de marzo de 2021.



2 comentarios:

  1. Me han encantado los relatos, que por cierto no conocía, mi madre siempre me contaba cosas del pueblo, aunque más banales y no tan históricas como estos hechos que has contado. Ay! Cuanto me queda por conocer de mis raíces, fíjate que hasta hace 2 años no conocí la Mezquita. A ver si ya acabamos con el bicho, como dices tú y podemos viajar y conocer. Un abrazo y gracias por ilustrarme

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  2. Nos daremos un garbeo por la Mezquita, Ana, tranquila. Esto más pronto que tarde, acabará.

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