sábado, 25 de diciembre de 2021

De la literatura amorosa a la ética política: la obra de don Pedro de Portugal (1429-1466)

Nueva publicación sobre literatura medieval: De la literatura amorosa a la ética política: la obra de don Pedro de Portugal (1429-1466). 

Autora: Ana M. Montero (ana.montero@slu.edu) 

Editorial: Universidad de Sevilla

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Invitación a conocer mejor la literatura del siglo XV


En la lírica amorosa cortesana del siglo XV entran en juego tres elementos convencionales: una dama desdeñosa y distante, un sufrido amador y la disección de la tristeza extrema de éste. En 1449 un joven aristócrata venido a menos –combinando poesía y prosa– añadió un elemento más: imágenes de genocidios y torturas de una brutalidad escalofriante procedentes de la historia romana. Esta historia del terror –que a primera vista transmitía analógicamente el consabido sufrimiento del hombre enamorado para disfrute de una corte avezada en pasatiempos— buscaba golpear la conciencia del lector u oyente a fin de que ahondara en una segunda interpretación paralela al entramado amoroso. La conciencia de que la literatura medieval no es una fastidiosa repetición de fórmulas y clichés, sino que va cargada de múltiples sentidos, matices y mensajes es el punto de partida en este estudio cuyo objetivo es analizar la obra de don Pedro, condestable de Portugal (1429-1466) desde las perspectivas histórica, política y literaria, y desde una doble vertiente, pues se trata de una obra bi-fronteriza, escrita para, al menos, dos cortes: la portuguesa y la castellana. Con ello se revalida la importancia de un autor de segunda fila que, a través de la imitación y la experimentación, anticipó algunas de las tendencias literarias que dotaron de vigor el Siglo de Oro. Además, se proporcionan claves para hacer una lectura más rica e incisiva de algunas creaciones previas al cambio de mentalidad que implicó Maquiavelo, las cuales, bajo un exaltado idealismo, combinaron el arte de enhebrar historias y la manipulación de las emociones con objetivos de índole política y con un espíritu crítico personal en los que se encuentran ramalazos de modernidad.  

  La estructura de mi libro es muy sencilla. Reviso las tres obras principales de Pedro de Portugal en orden cronológico: Satira de felice et infelice vida (ca. 1448-1451), Coplas del menesprecio e contempto de las cosas fermosas del mundo (1453-1454) y Tragedia de la insigne reyna doña Isabel (1457). Parto de los dos únicos estudios existentes sobre la producción literaria de don Pedro --el del historiador portugués Luis Adão da Fonseca y la estudiosa literaria Elena Gascón Vera— y me apoyo en los trabajos recientes de historiadores del siglo XV (J.M. Nieto Soria, Quintanilla Raso, Beceiro Pita, Carrasco Manchado, etc.) para profundizar en el contexto histórico y la ideología política, con el fin de trabajar en un área bastante desatendida: el complejo subtexto político que alimenta la creación literaria de determinados autores en el período pre-moderno. En este terreno existen algunos pocos estudios recientes (Vicente Beltrán o Oscar Perea). Así, en mi primer capítulo, establezco la conexión existente entre Sátira y los documentos legales con los que se procuró rescatar el honor de la familia de don Pedro Infante (padre de don Pedro y regente de Portugal entre 1439 y1448) y detener el desahucio de su linaje y la pérdida de privilegios sufridos por esta familia tras la muerte violenta del Infante. Sátira no puede ser leída solo como una historia de amor con la que se genera el género de la ficción sentimental, tras los pasos de Siervo libre de amor de Juan Rodríguez del Padrón; es, además, la petición de clemencia de un exiliado y una forma sutil de poner en entredicho la propaganda monárquica de la joven dinastía de los Avís, la cual buscaba proclamar la santidad de sus miembros. 

En el segundo capítulo, muestro como don Pedro da un viraje literario de ciento ochenta grados mediante su Coplas del menesprecio e contempto de las cosas fermosas del mundo, al abandonar la pose de amador suicida para erigirse en figura magisterial y transmitir un código ético de vida o, más bien, un impensable espejo de príncipes donde intenta reconciliar tendencias ascéticas y de interioridad personal con la ambiciosa mentalidad de la nobleza. Lo que no es tan obvio es que Coplas fue una cuidadosa maniobra para disociarse de viejas alianzas –la de Álvaro de Luna— y recuperar una posición de poder en Portugal. En Coplas emerge Pedro como escritor propagandista, atento a las fórmulas de éxito, buscando poner su pluma al servicio de la corona, y, a la vez, tenemos al hombre de letras marginado que construye una autoridad retórica con la que erigirse en conciencia social, a veces rozando el tono subversivo o irónico.  

En su última obra, Tragedia de la insigne reyna doña Isabel, de nuevo se dan la mano la experimentación literaria y los imperativos políticos. Así, por un lado, don Pedro re-escribe la obra de otro exiliado enfrentado a un tirano: La consolación de la filosofía, de Boecio, obra que le influyó hondamente y cuyo estoicismo le debió de servir para afrontar los sinsabores del destierro (sabemos que poseyó un par de manuscritos con su traducción y al menos glosó uno de ellos). Una vez finalizado su exilio en Castilla, mientras se dedica a pelear en el norte de África y antes de que se le ofrezca una corona en Cataluña, don Pedro vuelve pues a posar como un personaje vulnerable en un self-fashioning que le permite rememorar el dolor causado por las tragedias familiares, apoyándose en el prestigio de una obra clásica. Por otro lado, Tragedia se configura como un mapa genealógico de su familia y, en particular, de la vida de su padre, el cual había sido condenado al olvido y el silencio después de dirigir el destino de Portugal como regente, estimular el panorama de las letras y apoyar la expansión marítima en el Atlántico. De nuevo la experimentación literaria se alía a la exposición de la injusticia cometida contra toda una familia a la que se quiso enterrar en vida. 

Resumiendo, don Pedro de Portugal –testigo excepcional de una época convulsa que abarca las batallas de Olmedo, Alfarrobeira, Granada, Alcaçer y las que le llevaron a la muerte en 1466 frente a Juan II— fue, ante todo, un hombre de letras que hizo de los libros su patria más sólida. En su obra y trayectoria se aglomeran temas y técnicas que resumen el siglo XV literariamente y anticipan la explosión de propaganda política de la época de los Reyes Católicos, especialmente en torno a la mujer, y la hiperestesia emocional de Celestina. Su producción –en la que se tocaron todos los palos literarios: ficción sentimental, espejo de príncipes (y princesas), auto-glosas, género consolatorio, sátira, comedia y tragedia– nos enseña que la ficción producida para la corte debe ser estudiada a la luz de sus objetivos políticos. En definitiva, la obra de don Pedro solo puede ser cabalmente entendida en conexión con el desastre de Alfarrobeira, la muerte de su padre, don Pedro Infante, la pérdida de privilegios de la familia del infante y el esfuerzo por la restitución de esos privilegios y del honor de la familia. En otras palabras, en el momento previo al advenimiento de la imprenta, la capacidad para impactar el estado de opinión de aquellos en el poder –las familias reales y cada vez círculos más grandes con la integración de favoritos, cronistas y letrados— exigía una pericia en el manejo de emociones, en los recursos retóricos, y en la recreación de argumentos conocidos, que quizás hoy en día –en un momento caracterizado por las “fake news,” el imperio de la propaganda, el sentimentalismo y la cultura visual— todavía pueden servir de referente proporcionando modelos diferentes.

Volviendo a las imágenes de terrorífica violencia insertadas en la historia de amor en Satira de felice et infelice vida y a la consiguiente petición de clemencia hacia la dama, ¿cuáles eran su objetivo final? Con ellas don Pedro habla del sufrimiento universal del hombre a través de la historia y, sin duda, expone implícitamente la tragedia de su exilio. Hay, además, otra lectura, pues el escenario de la violencia desorbitada es el de la crueldad y esta servía para delatar, en la mentalidad medieval, la tiranía. La velada acusación de tiranía podía ser suficiente para destruir la reputación de Portugal y enemistar a su rey tanto con los reinos de la tierra como con el del cielo… 


Sevilla, 25-12-2021.

Ana Mónica Montero

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