© María Dolores Rubio de Medina, 2017
El aislamiento de Belalcázar –y por extensión de cualquier otro pueblo de la zona de Los Pedroches– con respecto al ferrocarril ha sido uno de los inconvenientes históricos de la comarca, a pesar que trenes y estaciones, como las brujas, parece que «haylos» y «haylas». Prácticamente hasta bien entrado el siglo XX, el acceso a Belalcázar por cualquier otro medio que no fuera la caballería o los escasos vehículos de motor, era toda una aventura.
Este tema es recurrente en los escritos de Corpus Barga –seudónimo de Andrés García de la Barga y Gómez de la Serna, (Madrid 1887-Lima 1975)– quien documentó de forma muy exhaustiva su llegada a Belalcázar en ferrocarril. En todo caso, conviene precisar que al día de hoy, el acceso a Los Pedroches en ferrocarril ha sido –y es– una ardua batalla que se ha solventado con una parada de insuficientes trenes AVE localizada en la estación de Villanueva de Córdoba, y que ha provocado los subsiguientes problemas de desplazamiento del resto de los pueblos de la zona a la Estación –y a la inversa–; problemas similares –y siempre guardando la distancias de los medios de transporte que existen ahora con respecto a los que existieron hace un siglo– a los apuros que padeció Corpus Barga para llegar en tren al pueblo de su padre, Belalcázar.
La Estación de Belalcázar y su aislamiento fue uno de los temas recurrentes de la pluma Corpus Barga, –cuya ultima visita a Belalcázar sucedió en 1970, evidentemente no llegó en tren–, así por ejemplo, se refleja tanto en Los pasos contados. 4 como en el periódico España 1919, núm. 233 (Seminario de la Vida Nacional), como veremos.
Periódico "España 1919" (portada y página inicial del artículo de Corpus Barga) y ejemplar de "Los pasos contados. 4". |
Antes de exponer el tema que es de nuestro interés, conviene precisar que en Los pasos contados nuestro autor no pone los signos de abertura de interrogación o exclamación, solo coloca los de cierre. Escribía, pues muy al estilo de hoy, como se hace en las redes sociales. Hecha la observación, procedo a transcribir sus observaciones:
I. Por orden cronológico, la primera referencia a famosa «Estación de Belalcázar» se encuentra en el periódico España 1919, núm. 233 (págs. 3-5), donde publicó un delicioso artículo titulado:
«ANDALUCIA Y NORMANDIA
O DE BELALCAZAR A BLANGY
PARALELOS Y MERIDIANOS»,
que constituye el artículo principal de ese número; el cual comienza en la página llamada Tercera y ocupa dos páginas y cuarto del periódico. El título del artículo está redactado tal como antes se reflejaba la letra mayúscula, sin acentos. Recomiendo la lectura del citado artículo en su totalidad, pues contiene datos muy certeros sobre la historia del caciquismo en Belalcázar, la mano de obra agrícola, el castillo y la Casa Grande, encontrándose el enlace de acceso al ejemplar que he consultado, perteneciente la Biblioteca Nacional, al final de este artículo.
En la página 3 del citado periódico, en la tercera columna, el escritor realiza una magistral descripción de una las innumerables chapuzas nacionales, en concreto esa de poner nombres de pueblos a sitios retirados a veinte o treinta kilómetros del lugar que, al día de hoy, tienen menor importancia por la existencia de mayores y mejores medios de comunicación, pero no en otros tiempos, como a principios del siglo XX, cuando los medios de transporte eran muy limitados. Escribe Corpus Barga lo siguiente:
«Supongamos que usted quisiera ir a un pueblo llamado Belalcázar, desconocido seguramente para usted. En la Guía de los ferrocarriles, línea de Badajoz, hay una estación llamada también así: Belalcázar. ¡Y hubiera usted cometido la imprudencia de abandonar allí el tren! Usted sí que se vería en el abandono. El jefe de la estación le miraría como un confinado machucho mira al confinado recién venido. Empezaría a justificar su historia, según es costumbre en los presidios. Belalcázar es la estación penitenciaria para los empleados de la Compañía. Los empleados en esta estación se consumen de tedio y calentura. El pueblo está a más de veinte kilómetros y la carretera está interceptada.
Para ir al pueblo de Belalcázar hay que ir en tren más lejos, hasta la estación del Zújar. Allí se encuentra uno a menos de veinte kilómetros del pueblo y suele haber coche de cuatro ruedas».
II. Años después, de nuevo, vuelve sobre este tema en el cuarto volumen de Los pasos contados –subtitulado: «Los galgos verdugos»–, cuya página. 7 comienza de una forma muy expresiva, insistiendo en el desconocimiento de los «forasteros» de la citada estación de Belalcázar, puesto que refleja hasta qué punto el propio personal de los ferrocarriles desconoce la existencia de la estación de Belalcázar:
«–Qué estación dice usted?... No hay tal estación.
–No es esta la taquilla para el tren para Córdoba?
–Sí.
–Cómo que no hay tal estación? He viajado más de una vez a ella. (Mentiroso). Es la de un pueblo de la provincia de Córdoba.
–No insista usted, caballero. Retírese. Mire usted la cola que hay.»
El escritor, en otra ocasión, en lugar de utilizar la Estación de Belalcázar, optó por la Estación de Zújar para bajar al pueblo, concretamente aquella primera vez en la que –no precisa el año–, «muertos el tío Rafael y mi padre, fui de hombre al pueblo, como uno de los propietarios de la Casa Grande, me fueron a recibir a Zújar dos coches, un carro y algunos jinetes» (Los pasos contados 4. Pág. 10). Como se puede observar en la fotografía realizada sobre un mapa de 1971 de la Excma. Diputación de Córdoba y la Caja Provincial de Ahorros de Córdoba, no es un acceso más cercano a la localidad, aunque sí de más fácil para llegar al pueblo desde la Estación, puesto que se podía acercar uno con la mula del correo.
La vinculación del escritor con la localidad de Belalcázar –lugar de nacimiento de su padre– tiene su origen en la rama ganadera de la familia de Corpus Barga, que utilizaba los caminos de la Mesta para el pertinente traslado de los rebaños de ovejas de Castilla a Andalucía, y que acabó afincada en la zona, siendo su casa conocida como la «Casa Grande»; hoy en ruinas, como todos saben.
La "Casa Grande", una simple tapia que empieza a ser horadada por la higuera, asomada a la calle. |
Cierto que algunos miembros de la familia se asentaron en el pueblo de Belalcázar por razones no ganaderas, como señala el mismo escritor en el periódico España 1919, núm. 233. Pág. 4: «Mi tío D. Rafael, el de los bigotes que hacían temblar a todo el pueblo menos a D. Alfonso, el de las monterías. Mi tío fue un calavera de los buenos tiempos de Madrid; debió de ocurrirle algún grave percance y hubo de retirarse al pueblo, donde disipó la fortuna como en una maldición».
Aquí yacen los bigotes que hacían temblar a todo un pueblo. (Enterramiento en el cementerio de Belalcázar de la familia de Corpus Barga) |
Igualmente, incide en la desesperación de los empleados en Los pasos contados 4, concretamente en la pág. 37, en la que reproduce la conversación que mantuvo con un factor de tren cuyo destino era la estación de Belalcázar, quien le rogó que hiciera uso de su influencia para lograr otro destino. El hombre le dice a Corpus Barga: «Estoy solo. La mujer y los chicos tuve que enviarlos al pueblo. Dos me cogieron el paludismo. Esta es una estación de castigo y yo llevo aquí más de dos años. Si usted pudiera recomendarme en Madrid!».
Corpus Barga acaba convencido de lo desacertado de su decisión de llegar a Belalcázar a través de la estación de ferrocarril del mismo nombre, pues en 1964 –año en que escribe desde Lima sus recuerdos de sus estancias en el pueblo–, en Los pasos contados 4, al describir los trastornos que ha causado su llegada, por el alboroto que provoca entre los empleados y conocidos de la «Casa Grande», pues desde la estación tiene que recorrer los veinte kilómetros que le separan del pueblo a caballo, saltando zanjas, con riesgo de matarse, por lo que acaba reconociendo que: «Lo que yo he debido hacer, ahora lo veo, es no anunciar mi viaje y venir por Zújar. Hubiera llegado hasta aquí en la mula con el correo y las orzas de leche, si continúa habiéndolas» (pág. 58).
Para concluir, como hemos leído, la historia de Los Pedroches y su «quiero y no puedo» vinculado al ferrocarril, es mucho anterior a la reivindicación de una parada de AVE en Villanueva de Córdoba; al día de hoy, al igual que con las estaciones que rodean a Belalcázar, existe cierta distancia ente la estación de Villanueva y el pueblo; y más con el resto de los pueblos de Los Pedroches, así por ejemplo, hasta Hinojosa del Duque existen unos 50 kms. y a Belálcazar, unos 60 kms. En definitiva, una aventura como la de Corpus Barga en el siglo pasado.
Notas sobre bibliografía y fotografía:
- La edición consultada de Los pasos contados 4 (Los galgos verdugos) es la segunda edición realizada por Alianza Tres, Madrid, 1979. 412 páginas. Por este volumen de sus memorias, Corpus Barga obtuvo en 1974 el Premio de la Crítica.
- Periódico: España 1919, 25 de septiembre. Madrid. Año V, Núm. 233. Seminario de la Vida Nacional.
De la categoría de Corpus Barga como periodista y escritor es muestra que en ese mismo número escriben, entro otros, Miguel de Unamuno y Ramón Gómez de la Serna.
Para quien estuviere interesado en leer la totalidad del artículo de Corpus Barga, puede consultar el periódico en este enlace de la Biblioteca Nacional, propietaria del ejemplar.
Las fotografías que acompañan a este texto han sido realizada por la autora durante los días del 4 al 7 de septiembre de 2017.
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