domingo, 11 de diciembre de 2016

Los toros en Hinojosa del Duque. Segunda parte. El hundimiento de la plaza de toros.


María Dolores Rubio de Medina, 2016.


Como se sabe en Hinojosa del Duque (Córdoba), el 29 de agosto de 1902, en plena feria, se hundió la plaza de toros de la localidad, provocando escenas de pavor y desesperación entre los asistentes a la corrida. La desgracia no pasó a males mayores por la heroica intervención del espada contratado para la fiesta, Rafael González, Machaquito, que mató de inmediato al toro. Su valentía fue merecedora de la cruz de Beneficencia, que le fue impuesta al año siguiente.
Al recabar datos concretos sobre este suceso, observamos que las crónicas de la época son auténticos folletines a la mayor gloria del torero. No se practica un auténtico periodismo de investigación, puesto que no se señalan detalles que hoy sería muy útiles para la historia de nuestra localidad; tales como el lugar dónde estaba situada la plaza, las razones técnicas de su hundimiento (¿exceso de aforo o malos materiales?), o las lesiones que el suceso ocasionó a los espectadores. Las crónicas se limitan a mencionar la existencia de un herido grave, un vecino de Dos Torres. 
Aún dudando mucho de la autenticidad de buena parte del contenido de las crónicas, puesto que describen mi pueblo con prosa idílica, procedo a transcribir los datos sobre el suceso, expuestos por orden cronológico. Curiosamente, dos biografías del torero accesibles en internet son los textos que ofrecen mayor número de datos. 
Se advierte que las fechas de la concesión de la cruz y la celebración del correspondiente banquete son distintas según el medio en el que se publique; en todo caso, se reproduce el literal del texto.


I. El periódico El Toreo (Madrid), 26/10/1903, pág. 3, dio noticia del «Banquete á Machaquito», documento ya reproducido en la primera parte de «Los toros en Hinojosa del Duque», publicada en este blog.




II. La biografía de Rafael Gonzalez, editada por Ginés Carrión, en Madrid, en 1906, describe el suceso en sus páginas 39 y 40.

Portada del libro.

 
Pág. 39.
Pag. 40. 

El texto del libro es el siguiente:

«En ese año registramos un hecho digno de perpetua recordación, el cual constituye glorioso timbre en la historia taurina de Machaquito.
Era el día 29 de Agosto.
En Hinojosa del Duque efectuábase la segunda corrida de feria.
Al mediar la lidia de uno de los toros, hundióse parte del tendido, arrastrando en el derrumbamiento á más de cien personas, que amontonadas en horrible confusión cayeron al redondel, con peligro inminente de ser acometidas por la fiera.
Machaquito evitó la hecatombe.
Dominando con su valor las angustias de aquel momento, sereno, arrojado, pronto à salvar el conflicto, dirigióse al toro provisto de muleta y estoque, y desviando la atención del bicho lejos del sitio donde yacían las víctimas del percance, lo recogió con algunos muletazos oportunísimos, arrancó a matar y agarró una estocada que hizo rodar, sin vida, al cornúpeto.
La explosión de entusiasmo que aquel hecho produjera, no es para descrita.
Los espectadores, en masa, llorando de alegría, tributaron al joven espada una ovación que jamás olvidará seguramente el bravo cordobés.
Aumentada considerablemente desde 1902 la popularidad de Machaquito, ofreciósele brillante la temporada de 1903, durante la cual afianzó el buen nombre conquistado en lid honrosa».

III. El periódico Palmas y Pitos (Madrid) 28/4/1913, núm. 6, dedica su página 3 a explicar «La cruz de Beneficencia de `Machaquito´», siendo la descripción del suceso muy detallada, aunque fantasiosa. El texto está firmado por Claridades, seudónimo de Fernando Gillis.



No se trata de un artículo original, sino que la noticia, a dos columnas, reproduce unas páginas de un libro del mismo autor; en concreto un extracto de su biografía sobre el torero, titulada Machaquito, el torero de la emoción; concretamente las páginas 81 a 84 del libro.

Portada "El torero de la emoción".

Páginas 80-81. "El torero de la emoción".

Páginas 82-83. "El torero de la emoción"

Páginas 84-85. "El torero de la emoción"


Ambos escritos dicen lo siguiente:

«En este año de 1902, Machaco el temerario, el valiente hasta la exageración, entra en el escalón de héroes. Resuelto y abnegado, salva con temerario arrojo, de un día de luto a todo un pueblo. Sobre su noble pecho brilla orgullosa la cruz de Beneficencia, símbolo augusto de un proceder heroico.
En ese desenvolvimiento de la española fiesta que se llama la historia del toreo, pocos casos análogos se sucedieron. El de Gordito, que en la estación de Valencia dió muerte a un toro que se había escapado de un cajón; el de Frascuelo, que libró de las llamas de un incendio a una familia entera; el de Ángel Pastor, en el descarrilamiento de Quintanillejas; el de Limiñana, en el incendio del teatro Eldorado, y no recuerdo alguno más. El caso de Machaco, sin darle mayor mérito, es digno de grabar en los recuerdos.
Fue en el pueblo de Hinojosa del Duque, un pueblecito cordobés, alegra y limpio como pueblo andaluz; fue en la tarde del día 29 de Agosto de aquel año, tarde de sol, de toro, y fué en la placita del pueblo, arreglada con travesaños de madera y pies derechos, como plaza de toros principal.
La gente abarrotaba los tendidos, que estaban aquí a medio tender; de los pueblos de al lado había llegado un gran gentío.
—¡Camará, y como estaban las poses!
Machaquito, el nuevo héroe cordobés. ¡el paisano famoso!, toreaba aquella tarde cuatro morlacos de Lozano, un ganadero vecino de Priego, muy conocido allí; y como el diestro, en la tarde anterior, había demostrado con cuatro toros de los Cartelones, ¡allí todo se quedaba en el terruño!, que no eran bulos de los papeles sus dotes de torero excelentísimo, pues… las comadres del lugar, y la gente del campo, y… ¡qué sé yo! se gastaron los cuartos aquella tarde en ver a Machaquito.
Y salieron las cuadrillas, llevando Machaquito a la derecha a su primo Camará; y salió el primer toro, un animal negro zaino, de lámina preciosa, que atendía por Perdigón —«vaya un nombrecito»— decían los que se acordaban del triste fin del Espartero.
—¡Y dió lo suyo el nombre!
Entre «¡a ver si lo picas bien! ¡que lo rajas, no seas bárbaro!, ¡al toro, al toro!» y demás excitantes de esta clase de fiestas pueblerinas, Formalito y el piquero que salía de reserva le pusieron seis varas.
Machaquito acudía a los quites con alegría y adornos; la gente se volvía loca de contenta.
—¡Ese, ese es nuestro torero!
Tocaron a banderillear, Rafael se fué al sitio de los capotes a recoger los trastos y Chatín se adelantó con un par a los medios, en donde estaba el toro, y lo clavó muy bien.
Sonó un crujido horrible, gritos de angustia y de dolor surgieron clamorosos.
—¿Qué pasa?
—¡La plaza, que se hunde!
Una de las ochavas del tendido de sol se vino al suelo en siniestro hacinar de carne humana y trozos de madera.
La situación era bien crítica. Quedaba un enorme boquete que daba paso al pueblo; sobre la arena se movían, heridos, algunos espectadores que cayeron. ¡Si el toro se arrancaba!…
—¡Toro, jú! ¡La espá, la espá!
Machaco, con el cuerpo, citó a la res a combate; fué un momento de suprema emoción; llego Camará con el estoque, lo cogió Machaquito, y sin dar tiempo a más, lo hundió en el morillo de la res, que rodó por la arena.
Acabados los gritos de dolor, surgió un clamor de gracias y plácemes.
Machaco fue paseado triunfalmente por el ruedo. El presidente de la fiesta, el teniente alcalde señor Fernández López, bajó a abrazar al héroe.
¡Se acababan de arrancar algunas vidas a la muerte!
¡Machaquito surgía benemérito!
Se dió la orden de suspender la fiesta. De la catástrofe sólo el vecino de Dos Torres, Plácido Blanco, resultó con contusiones graves; los demás poca cosa. Las navajas de los salvajes empezaron á cortar trozos de la res muerta. El capitán de la guardia dió orden de despejar el ruedo…
Machaquito fué conducido en hombros á la fonda. Hubo serenatas y fiestas en su honor. Una comisión presidida por el Alcalde, y de la que formó parte el notable abogado don José Ortiz, fué a saludarle en nombre del pueblo agradecido. Se suspendieron las novilladas anunciadas.
El expediente para conceder al esforzado paladín de esta hazaña el premio á su valor quedó formado; se hicieron las gestiones, La cruz de Beneficencia fué con justicia concedida, y el 29 de Octubre, en un banquete dado a Machaquito en el Restaurant Francés por sus admiradores, para despedirle en su primer viaje á tierras mejicanas, su padrino, ¡más bien padre!, Señor Hurtado de Mendoza, que había regalado las insignias, las entrego a Clemente Peláez, que en la hora del brindis las colgó del pecho del torero campeón, entre los aplausos y los vítores de los noventa comensales.
Machaquito se sentía agobiado por la vistosidad de aquella insignia; su modestia ponía un rojo oscuro en su morena tez; mientras Dulzuras recitaba en uno de los brindis unas quintillas encomiásticas, el torero cordobés se despojaba cálidamente de la cruz y la guardaba en su bolsillo.
—Una cruz está guena pa con frá.
Machaquito, el héroe de Hinojosa, aparecía en los menús de aquel banquete retratado con el airoso calañé y la chaquetilla de terciopelo grana.
¡Los buenos tiempos del torero!
CLARIDADES.»

Como puede observarse por la detallada descripción, la exposición de Claridades da material suficiente como para montar una obra de teatro popular al estilo de «La vaquera de la Finojosa», basada en unas serranillas del Marqués de Santillana, cuyo montaje y representación, según parece, ha dado la vuelta al mundo.

IV. Parece que algunos periódicos, como señalé en la primera parte, se resisten a dejar de lado el impacto que la noticia causaba en los lectores, y por la senda del periodismo amarillo, reproducen la noticia, venga o no a cuento como una serpiente de verano. Es el caso del periódico Palmas y Pitos (Madrid) 27/10/1913, núm. 32, que dedica su página 4 a exponer en tres columnas la «Biografía de `Machaquito´». En su columna central dedica 8 líneas a este asunto: «Rafael ganó la cruz de Beneficencia el 29 de Agosto de 1902 en Hinojosa del Duque, pues habiéndose hundido uno de los tendidos, cayeron a la plaza infinidad de espectadores cuando acaba de salir un toro a la plaza. Rafael le mató rápidamente, evitando un día de luto a aquel vecindario».



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