miércoles, 1 de enero de 2014

ÚLTIMA NOCHEVIEJA EN CASA DE SCHAEFFER


Fue buen tipo, Tico Schaeffer. Se recorrió los bajos fondos del Harlem buscando algo para decorar el árbol de navidad. Volvió a casa con un regalo colgado de su brazo: un tipo con gafas, bajito y de provincias, que decía ser escritor, aunque de buena fe solo era un charlatán que había cumplido su sueño de tener un apartamento en Nueva York. 


Yo lo esperaba al pie del abeto sobre una cestas llena de guirnaldas plateadas y de bolas decoradas con purpurina dorada. Tico y su adorno entraron con gran alboroto, a ratos fueron comedidos, a ratos se ahogaban entre risas y jadeos.
Los escuché todo la Nochevieja, mientras los niños tiraban petardos en la calle. Si le contara a Fred —con pelos y señales— lo que vi ese día, seguro que me diría: «No sé qué decir, suena poco limpio para ser Nochevieja». Así que mejor no lo cuento, cierro el pico, aunque ese asunto de pantalones no era de esperar de Schaeffer que no solo había sido buen chico sino también fiel a su mujer, Ottilie, toda su vida. Ottilie pasaba las fiestas en Nueva Orleáns, cuidando a su hermana enferma.

Como decía, Tico abrió la puerta con su llavín y entró seguido del rubito de las gafas de concha. De ese fulano de chaqueta a cuadros que tanto sale de parranda en las fotografías de la sección de cotilleos, a veces bailando con medio cuerpo escorado sobre la reseca pechuga de una modelo larga como el mástil de un velero. 

No falto a la buena voluntad de estos días de paz si le pongo nombre al tipo de los cuadros; al fin y al cabo, lo susurró Tico varias veces a lo largo de aquella noche. Caputo... ¡Ah, no! Capote, Truman Capote, se llamaba el señorito.

Podría haber sido el dolorido Doc Golighthy o el falso Fred, aspirante a escritor; pero no, soy un tipo de principios al que le encanta sorprender a los extraños con un «siempre me siento atraído por los lugares donde he vivido, por las casas y los barrios». No llevo cuenta de las despedidas de año que he pasado acá, al lado del costurero de Ottilie, en la casa que dejó en herencia Mr. Schaeffer. Los sobrinos andan en pleitos y la llave de la vivienda está depositada en el juzgado esperando a que se le asigne dueño.

Antes de Schaeffer, pasé algún uno de enero haciendo migas con los tipos de Fahrenheit 451 en la biblioteca. Por eso además de a Holly, Doc, el Fred bueno, el Fred falso, Sally Tomato y Rusty Trawler conozco a Montang, al profesor Faber, a Mildred y al comandante Beatty. Mucha gente de parranda celebrando el próspero año nuevo, diría cualquiera; pero qué quiere, todo se acaba algún día. Por eso ahora estoy desesperado esperando que se dirima el pleito y me toque pasar el próximo fin de año en compañía.

Dicen que con el ajuar de la casa de Tico y los adornos del árbol harán lotes y que los herederos se los jugaran a las pajitas. O sea, que puedo ir con el sobrino mayor de Mr. Schaeffer o con la prima segunda de Ottilie, que dicen que vive en un bloque de viviendas para drogadictos. Todo un panorama mi próxima Nochevieja y para el colmo el juez no parece tener prisas en redactar la sentencia.

Me paso los días esperando que entre el oficial del juzgado y todos los sobrinos detrás para hacer los lotes. Cómo hoy es uno de enero, ese día tampoco ha llegado. No doy más de mi desespero por no tener unos ojos que me recorran de arriba abajo, como los de un hombre cuando mira a una mujer semidesnuda, así que llamé a información y le pedí a la amable telefonista que me diera el número de teléfono de los bomberos. He preguntado por el capitán Beatty. Me he disculpado por hacerle la pascua en año nuevo y me he autodenunciado. Le he dicho que tengo motivos para esperarlo al pie del abeto de navidad, entre los regalos de Reyes. Para su alegría he rematado la información para que no le quedasen dudas: si, capitán Beatty, mande al atormentado Montang a que me prenda fuego, dígale que se asegure, por si acaso....Si, lo ha anotado usted bien, capitán, Desayuno en Tiffany’s es mi nombre...

2 comentarios:

  1. Magnífico texto de MD Rubio.
    Es lo primero que he leído despues de las resacas familiares y gastronómicas de esta última semana del año y he disfrutado muchísimo. Me ha transportado a la época de la Ley Seca, de F.Scott Fitzgelard, en El Gran Gatsby...no sé por qué ...será porque es un texto de gran calidad.
    Gracias MD Rubio.

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  2. Gracias Carmen, esa era la intención, revivir esa época.
    Es una segunda versión, la primera la publiqué en 2011 en un libro de relatos colectivo referido a la Navidad. Lo redacté para un taller de escritura y me costó un disgusto con mi profesor Julio Jurado de la Escuela de Escritores porque no me creyó cuando le dije que lo había hecho en un par de horas para el curso. En fin... cosas de la vida.

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