martes, 24 de junio de 2025

DON RAFAEL Y LA PALOMA (TEATRO)

© María Dolores Rubio de Medina, 2025



Tengo en mi haber muy buenos ratos –y, sobre todo, años– leyendo e investigando sobre la vida de Corpus Barga; el único escritor del que me han hablado mis padres –quiero decir, los dos, no solo uno de ellos–. Me contaban cosas mezclando sentimientos (fascinación y leyenda; incluso, mi madre con horror, pues era un «rojo»). Nunca he sabido como lo calificaba mi padre, pero ya no puedo preguntárselo, desgraciadamente.



La "Casa Grande", en 2020,
cuando todavía no habían robado el San Rafael,
devoción que es muy citada en la obra de teatro.


A la hora de investigar o escribir, no opto por ideologías, sino por las personas o episodios que me fascinan, por ello tenía bastante avanzada una investigación titulada «1935: Cronología de Corpus Barga» sobre los lugares en los que estuvo en ese año fatídico para España, pues no hay unanimidad sobre si estuvo, o no, en Belalcázar, en las fechas más oscuras de su historia. Un día descubrí que la línea investigadora que seguía no era la correcta, que quizá la hipótesis contraria a la que desarrollaba podría ser la adecuada.


Me quedé sin fuerzas, sin ganas de reorientar la investigación, hasta que a alguien se le ocurrió colocar un azulejo en la fachada de la «Casa Grande», contando alguna de las aventuras de Corpus Barga y encontré un «portillo» para seguir con mis lecturas: parte de lo que decía la plaquita de marras no lo recordaba así.


El extraño azulejo colocado en la fachada
de la "Casa Grande".


Volví a mis libros, a indagar en bibliotecas francesas, peruanas y españolas (Internet te lleva las búsquedas a casa, no tienes que viajar), buscando una pista. ¿Intervino Corpus Barga en el traslado de los cuadros del Museo del Prado hasta Ginebra? ¿Cuál era la fuente de esa pista que no había encontrado en mis investigaciones? Volví a releer todos sus libros, buscando la pista, de la que espero hablar algún día, si me alcanzan las ganas y la vida.  


Buscando el hilo de los cuadros, volví a repasar los cuatro tomos de Los Pasos Contados, en la preciosa edición de Alianza editorial, cuya sobrecubierta tiene una maravillosa vista área de Belalcázar y su castillo; y claro, me distraje de mis investigaciones cuando descubrí la fascinación que tuvo Corpus Barga por su tío don Rafael; sí, por el hombre cuyos restos están enterrados a unos metros de los de mi familia materna, por lo que la fascinación me viene, digamos, de «fabrica». El periodista contó en sus memorias la historia de su tío, así, a ratos, a salto de mata; aquí y allá, de forma muy dispersa.



Cementerio de Belalcázar:
lápida de don Rafael, abogado.


Cuentan que cuando el diablo se aburre, mata moscas con el rabo... Tengo para mí que eso pasó cuando la Paloma volvió a Belalcázar con su hombre encarcelado por haber liderado un huelga minera y enfrentarse a las fuerzas de seguridad. Al verla pasar, la gente de don Rafael –casi toda Belalcázar trabajaba para el cacique local–, aburrida, se creó un «conflicto»... Una mujer que tomaba sus propias decisiones era un «conflicto» para el pueblo. Era algo a lo que no estaban acostumbrados, pues la atmósfera local era la sociedad opresiva que Corpus Barga describe en su novela adolescente  La vida rota. 


Belalcázar vivía bajo una mentalidad muy cerrada y tradicional; la misma que existiría en cualquier otro pueblo de la comarca, como en Ventajosa del Duque –Hinojosa del Duque en la novela–.


Según cuenta Corpus Barga en Los Pasos Contados, como si fuera una Fuenteobejuna cualquiera, Belalcázar tomó cartas del «conflicto» y empujó a don Rafael a conquistar a «esa mujer», a resolver ese «conflicto» a su manera.


Y ahí caí, quizás aburrida también, comencé a imaginar cómo se había producido la conquista, escribiendo el manuscrito en una libreta de tapas rojas, en la mesa de la cocina, mientras vigilaba el puchero o que no se me pasara el momento de poner el suavizante en el cajetín de la lavadora; la libreta me acompañaba a donde fuera, a mis vacaciones en Hinojosa; incluso, he llegado a componer los romances que forman parte de la trama en largos trayectos del Metro de Sevilla. Finalmente, logré registrar la obra el 6 de mayo de 2025 en el Registro de la Propiedad Intelectual de Sevilla.



La Paloma y mi cuaderno rojo.


Es una obra de fantasía, no de historia, por ello le doy «mi solución» a ese «conflicto», con mucha imaginación, inventando personajes y situaciones, para concluir la quinta obra de teatro que publico en papel, su título: Don Rafael y la Paloma.


Portada de Don Rafael y la Paloma.
La fotografía de la "Casa Grande" con su torreón
que servía para vigilar el trabajo de los obreros en el campo,
procede del Archivo de la Diputación de Córdoba.


En esta ocasión, la he dejado aparcada en Amazon, donde creo que estará disponible el 30 de junio; por mi parte, continuaré intentando solucionar otros conflictos relacionados con Corpus Barga, si no descubro, en el ínterin, otra historia pasional que me haga cambiar el rumbo de mis escritos, como me ocurrió cuando descubrí esta bellísima y dramática historia, la de Don Rafael y la Paloma.



Sevilla, tarde-noche de San Juan, 2025.

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