© María Dolores Rubio de Medina
Secretaria del ATENEO DE LOS PEDROCHES
Hablar con Hipólito Escudero, jubilado de otros menesteres y que pasa su tiempo en su taller de alfarero, es introducirse en la Hinojosa del Duque de principios del siglo XX. En tiempos en que el pueblo y sus alrededores daban trabajo a cincuenta y tantos alfareros. Etapa en la que el uso del reloj era un lujo al alcance de muy pocos, por lo que los alfareros se daban la hora, unos a otros, para iniciar la jornada laboral -y los avisos- soplando por una trompetilla de barro cocido.
Esta particularidad de la antropología hinojoseña, me la ha descubierto Hipólito. Compartir algunos momentos en su taller es sentir la pasión del barro, aunque tus manos no toquen la tierra húmeda ni te sientes en el torno. Solo quien siente su afición de esa manera puede transmitir, a su interlocutor, la emoción que provoca crear una pieza, contar su utilidad y el pasado histórico de ese elemento de barro cocido.
Así que, sigamos, alrededor de la segunda mitad del siglo XX hubo cincuenta y tantos alfareros sin reloj, que se avisaban unos a otros, soplando por un instrumento de hecho de barro. Es curioso que esta profesión -la alfarería- y un acto -soplar- esté tan vinculada al origen de la vida: «Entonces el Señor dios modelo al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz el aliento de la vida, y el hombre se convirtió en un ser vivo» (Génesis 2, 7. Génesis es el primer libro de la Torá, también del Tanaj judío y del Antiguo Testamento), y así se sentían los alfareros cuando su jornada se iniciaba con un soplo: vivos.
Según parece, a diferencia de otros lugares, en Hinojosa los alfareros «nunca han salido a vender. Había revendedores que recorrían los pueblos de los alrededores (...), y llegaban a las provincias de Badajoz (...) y Ciudad Real (...)» (1), pero esta industria, como tantas otras, entró en decadencia. La llegada del agua corriente a las casas de Hinojosa del Duque y a los pueblos del Norte de Córdoba, en 1976, desde el pantano de Sierra Boyera -que hace poco más de un año fue declarado oficialmente el primer pantano agotado, hoy felizmente recuperado a más del 70% de su capacidad por las reciente lluvias- conllevó la ruina de la famosa alfarería hinojoseña de barros rojos. La gente dejó de demandar cántaros de barro para almacenar el agua en sus casas, les bastaba con abrir el grifo, llenar una botella de agua y meterla en el frigorífico. Con esos avances, también desapareció el botijo, ese elemento tan útil que, entre otros usos, se colocaba sobre un platito para recoger el agua que rezumaba por los poros, en la puerta, por dentro de la casa pero al alcance de la mano, mientras la gente se sentaba a tomar el fresco y hacer tertulia con los vecinos.
Hipólito nos habló –mostrándonos las piezas de su exposición– de la alfarería típica fabricada en Hinojosa. Así aprendimos cosas sobre la cazuela para la sopa dorá (sopa de pan, perejil y ajo que se hace con el caldo en el que se cuece el relleno), insustituible plato ligado al carnaval hinojoseño; de la que, para mi pasmo, tengo un ejemplar firmado en mi cocina, colgado en la pared, pues siempre he creído que era un plato para adorno.
Cazuela para la "sopa dorá" con el escudo de Hinojosa del Duque. Elemento decorativo de mi cocina. |
Firma de Hipólito en el reverso de la cazuela. Fabricada en 1998. |
Conocimos la utilidad del bebedero para las gallinas, una especie de reciente alargado, cabezón por arriba y estrecho por abajo, que incorpora al pie una cazoleta pequeñísima, que tiene la finalidad de evitar que las aves ensucien el agua que beben.
También aprendimos sobre el elemento más extraño, a mi parecer, de la exposición, la trompetilla, instrumento vinculado a Serafín García Morales, el penúltimo o último alfarero profesional de Hinojosa del Duque y que, como he mencionado, sustituía al reloj y era instrumento de llamada de unos a otros alfareros.
Hipólito con su trompetilla. |
La sorpresa ha sido descubrir que la trompetilla aparece descrita en el Centro de Documentación Musical de Andalucía (Consejería de Turismo, Cultura y Deporte), partiendo de una pieza creada por Serafín García Morales, fechada en marzo de 1992, en la que se describe el instrumento de forma cónica con terminación acampanada y con alero, con boquilla fija. Al parecer el sonido se produce cuando el aire insuflado por la boquilla se expande por el interior (pabellón) y sale por el extremo acampanado; pero lo cierto es que, pese a lo que índica el Centro de Documentación Musical, no basta con soplar, sino que hay que colocar los labios con una posición determinada, como nos explicó Hipólito, que sabe fabricar el instrumento, pero no soplarlo.
La trompetilla de barro cocido. Fotografía de Manuel Rubio de Medina. |
Vista de la campana de la trompetilla. Fotografía de Manuel Rubio de Medina. |
A ver si hay suerte, y con esta entrada, aparece algún voluntario, músico de viento, que quiera pasarse por el taller de Hipólito y probar para extraerle algún sonido a la trompetilla, y así, una parte de la Hinojosa sonora de antaño, revivirá.
Tengo esa esperanza.
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Cita:
(1) Etnografía Española, núm. 3, Ministerio de Cultura. Dirección General de Bellas Artes y Archivos. Subscripción General de Arqueología y Etnografía. 1983. Pág. 108.
El libro, que hace referencia a la alfarería de pueblos de Córdoba, Jaén, Albacete y la sierra de Cádiz, incluye un completísimo estudio de la alfarería hiñojoseña centrándose en la información facilitada por los alfareros Serafín García Morales y Antonio Escudero, cuyos autores son Andrés Carretero Pérez y Carmen Ortiz García: «Alfarería popular en la provincia de Córdoba» (págs. 7 a 144).
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