domingo, 30 de julio de 2017

Testimonio fotográfico de la Hinojosa que fue (II). La Plaza.


Las fotografías más antiguas que dispongo proceden del maravilloso Portfolio Fotográfico de España, Andalucía, Provincia de Córdobaeditado por A. Martín, Barcelona, sobre 1901 ó 1911. En una de ellas se puede apreciar el exterior encalado de la Catedral de la Sierra. La segunda fotografía muestra la Plaza desde otro ángulo y nos permite apreciar el piso de tierra, de diseño circular, rodeado de árboles y bancos, con una estructura muy similar a la que recuerdo que en los años 60 había en el Paseo de José Antonio, hablo de cuando era Paseo con ese nombre, porque ahora los nombres mutan a mayor velocidad que los inmuebles, aunque siempre habían requerido de guerras o catástrofes naturales para provocar cambios apreciables en la fisionomía urbana del pueblo. Creencia que se vino abajo cuando nos tocó vivir la especulación inmobiliaria a la que dio lugar la exclaustración, a consecuencia de la cual, el extraordinario Convento-Colegio de los Padres Carmelitas cayó bajo la piqueta y se transformó en bloques de pisos.  









De ese libro conservo el recuerdo de una esquina del famoso escenario para los músicos que hubo algún día en mitad de la «Plaza», lámina que estaba suelta entre las páginas del libro. Un día, con gran disgusto, descubrí que había desaparecido la maravillosa fotografía tras un «préstamo» a alguien que precisamente, se estaba documentado sobre ese tipo de escenarios para las bandas de música. Todavía soy incapaz de ver el libro sin que me asalte el dolor contra la persona a la que considero la autora de la sustracción.

Afortunadamente la falta de testimonio gráfico puedo suplirla con una certera descripción de Pablo Manuel Rubio Ramos, quien en su manuscrito titulado Relatos Intrascendentes, en el relato número 65, titulado «El precursor del parapente», realiza una extraordinaria descripción de lo que era la plaza en su infancia:

«La Plaza principal de Hinojosa —de variados nombres conforme a las cambiantes situaciones políticas— antes de su urbanización de los años 60 del pasado siglo, gozaba de una configuración muy distinta a la actual. Confluían, como ahora las calles: Corredera, Alvaro de Bazán, Cristo San Juan, Virgen de la Antigua (antes Romero Marta), Plaza y Claudio Moyano, esta última se ha librado de los cambios de nombre que otras sufrieron.
Entre las calles y dando sus fachadas a la Plaza, grandes edificaciones y casas señoriales: la casa de dña. María Milla; Bar de Paco el Zorro; Iglesia de la Virgen del Castillo, entre sus contrafuertes, el canuto dedicado antaño a bar, conocido «Ate P’allá» en reconocimiento a su exigua profundidad; casa de don Felipe Vigara; Bar «El Gato», entre Álvaro de Bazán y Cristo; Iglesia o Catedral de la Sierra; Casa de dña. Asunción Leal y la de Antonio Luque; Casa de don Manuel López; Ayuntamiento, por entonces derruido; Posito o Casa Panera; y la don Guillerno y dña. Marina Caballero, conocida como Casino «del Gorrino», lugar de juventud desocupada jugadora de billar. 
Las calles que llegan o salían del recinto de la Plaza, empedradas con bolos desiguales, bordeaban un recinto o círculo central elevado unos treinta centímetros con bordillos de granito y solería encementada. Alrededor del círculo, bancos de hierro bajo una raquíticos naranjos que con los fríos invernales no prosperaban ni daban fruto, pero que resistían haciendo frente a la dureza de los inviernos.
En el centro del elevado círculo y alrededor del fuste de una alta farola se relevaba a unos tres metros del suelo una plataforma de hierro de unos diez metros de diámetro, protegida con barandilla o reja de hierro, con acceso por escalera de caracol que rodeaba la columna. Buen lugar para juego de niños y apropiado para cumplir su cometido, donde la Banda Municipal de Música ejecutaba los conciertos domingueros, cuando hacía buen tiempo, a la salida de misa de 12 o de señoritos; los obreros y gentes del campo iban a la misa de alba junto con las viudas. La gente paseaba por la plaza dando vueltas como burro en noria al kiosco, los más madrugadores a la salida de la misa, después de recoger la propaganda de la película del día que repartía Cachorro, se sentaban en los bancos, para oír «Valencia» bajo la batuta de don Cayetano, y años después, de don Jesús Berraquer. También era el momento adecuado para que el ciego Ramírez, último pregonero municipal, repitiera en alta voz lo que le apuntaba el guardia que le acompañaba, quien le leía en voz baja, en la uralita, el resumen del Bando. Hoy no sólo ha desaparecido el kiosco, debajo del cual hubo tiempo atrás un puesto de prensa, también desapareció la Banda y el mismo pregonero. ¡Cómo cambian las cosas!

(…).

En el siguiente testimonio fotográfico sobre la Plaza, ya se aprecian cambios sustanciales en la urbanización, con la fachada de la iglesia mostrando la piedra original con la que fue construida y la pequeña glorieta en la parte derecha (una isleta con una especie de mojón blanco con unos ¿cristalitos o marcas de pintura roja?) que servía para canalizar el tráfico caso de esta época. 

La fotografía reproducida aparece en un libro del Pbro. Francisco Hilarión Sánchez Carracedo titulado Una mujer esclava del hogar. La Hermana, Maracaibo (Venezuela), 1967; siendo este personaje uno de los pocos autores locales de Hinojosa del Duque con obra abundante, encuadrada dentro del género biográfico-religioso y con marcados rasgos de la religiosidad latinoamericana.



Por cierto, no me resisto a comentar, aunque no viene al caso, el estupor que me causó descubrir en ese mismo libro, en la pág. 187, la interpretación del autor sobre las famosas Serranillas que explica en en estos términos: "me pareció ver la insigne figura de don Iñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, armado de pluma y espada, pidiendo a la Virgen de LA ANTIGUA, nueva galanura y lozanía para sus celebradísimas Serranillas.
Y como una evocación mística, un trovador cantaba, aplicándoselos a la divina Pastora de LA ANTIGUA, aquellos versos inmortales: ..." 

En fin, mejor vuelvo a los testimonios gráficos, que no me dejan dudas sobre lo que había -o no- en un momento determinado en la cambiante Plaza, y ofrezco dos últimas fotografías procedentes del archivo fotográfico familiar, que sitúo a medianos de los 60. Una de ellas, de malísima calidad, muestra que en un momento determinado, el escenario elevado donde está el escudo, el más próximo al Ayuntamiento, estaba rodeado con un cercado blanco; y la segunda, porque muestra la torre del reloj y una de las características farolas que tuvo la Plaza. La Torre, personalmente siempre la he identificado con la representación granítica que ha tenido la comarca -fue la explicación que, en su día, me dio mi padre cuando le pregunté por aquella modernidad que entonces, me parecía que no se ajustaba a la estética de la Plaza por catalogarla como muy pop- y para otros, como símbolo de una época que hay que olvidar. 




La Torre del Reloj; el pobre, al menos, la mayor
parte del tiempo nos dio la hora exacta dos veces al día.



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