© María Dolores Rubio de Medina, 2025
El pasado 9 de mayo, cuando asistí a la inauguración de la «Exposición ÁNGEL RODRÍGUEZ (Arod) con motivo del centenario de su nacimiento» en el Centro Cultural de Hinojosa del Duque, me llevé una gran alegría al reencontrarme con Pablillo, el famoso cuadro que realizó de uno de los moradores del Hospital Jesús Nazareno y que, según me contó mi padre, amigo íntimo de Arod, el pintor se negó a vender, pese a las tremendas ofertas que le hicieron por ese cuadro.
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Escaparate del Centro Cultural hinojoseño. |
Pablillo era un hombrecito muy dispuesto, siempre iba liándola con su inseparable el Colas –derivación de colillas, de las que era un afanoso recolector–. Unos me cuentan que el nombre del «Colas» fue Faustino, otros que Isabelino.
El Colas, no sé cómo, pero en los sesenta del siglo pasado tenía un prodigioso don de la movilidad y sin medios de transporte, sin un duro y con los escasos automóviles de la época, se presentaba en cualquier fiesta o feria de los pueblos de los alrededores de Hinojosa para mendigar entre los transeúntes y romeros, como descubrí con siete u ocho años, cuando acompañada de mi familia, nos lo encontramos en la feria de Villanueva del Duque y, al reconocernos como paisanos, se nos acercó muy contento. Nos puso delante una lata de tomate, muy limpia y vacía, eso sí, pero de ¡las de dos kilos! para que se la estrenáramos con alguna moneda. Recuerdo a todos los adultos riendo como descosidos al verlo con aquella lata tan grande, como si con ello contribuyera a que cayeran en su interior más limosnas.
El Colas, desde luego, era firme partidario del refrán «burro grande, ande o no ande» y mostraba orgulloso la lata a todas las personas con las que se cruzaba para que pusieran lo suyo. En aquella ocasión, desde luego, alguna moneda sonó en el fondo de la lata y recuerdo a alguien del grupo decirle: «no te lo gastes en vino, Colas, cómprate un bocadillo». Y el Colas haciéndole burla al consejo no solicitado.
Pablillo y el Colas eran como un matrimonio con sus muchos años y muy bien desavenido, con sus tiras y aflojas, siempre picándose mutuamente al sol y a la sombra, ambos acogidos en el Hospital de Jesús de Nazareno.
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Vista de la exposición de Arod. |
Rescato un relato extraído del manuscrito inédito de mi padre, Pablo Manuel Rubio Ramos, Relatos Intrascendentes, en el que entre los diversos personajes celebres que cita, se encuentra nuestra famosa pareja.
Copio algunos párrafos del relato, junto con su filosófica reflexión final.
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IN MEMORIAM (personajes en el recuerdo)
por Pablo Manuel Rubio Ramos
Los pueblos se han vuelto anodinos, grises, sosos y han eliminado las características que los hacían diferentes, entre otras los hombres dados a cosas corrientes y el «deje especial» o «rabo» del que siempre se dijo que tenían los andaluces. El cine, la mal utilizada televisión y el automóvil haciendo posible los intercambios han contribuido a la uniformidad, máxime cuando utilizamos un lenguaje pobre tipo mensaje de teléfono móvil. A la vez y aunque como asegura la Biblia, el número de tonto es infinito, también ha desaparecido el tonto del pueblo que junto con el introductor de forasteros, siempre dispuestos a servir a quién tomaba tierra extraña, eran los dos personales con los que tropezaba quien llegaba a la Plaza. [...].
Existía además en cada pueblo una amplia nómina de personajillos curiosos y variopintos que consumían su tiempo en industrias marginales, como fabricando pitos o escopetas de caña a los que acudían los nenes, llenos de mocos sus narices, a comprarle la mercancía por una perra gorda, ni faltaban los que por sus actuaciones descabelladas a los que se comparaban con Berrito que daba por cuatro, cinco lo que es lo mismo, vendía los duros a cuatro pesetas.
[...]
Más recientemente recordamos al Colas y a Pablillo, dos serviciales personas con discapacidad, siempre dispuestas, previa pelea por el puesto, para llevar el esquilón cuando el sacerdote salía a dar la Comunión a un moribundo, después de los conocidos nueve toques de campana y al que se acompañaba con cuatro faroles de hojalata y cristal, portados por personas serias y solventes de la Adoración Nocturna que acudían, seguidos de mujeres con sayas hasta los pies y pañuelos en la cabeza negros o mantos. Nunca hubo mientras vivieron procesión o entierro que no fuera uno de ellos abriendo la marcha con el estandarte, previa reyerta por el puesto que resolvía Pedro, aquel bondadoso y buen sacristán, que establecía el turno entre ellos.
Nos preguntamos, ¿son más felices los infelices recluidos y cuidados o dejados a su suerte libres y sin opresiones?
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Cartela del cuadro. Medidas: 50x40. Técnica: Óleo sobre lienzo. |
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"Pablillo" visto por Arod. Yo que lo conocí, siempre con un cigarrillo en la mano, puedo decir que en este cuadro Pablillo derrocha felicidad. |
Sevilla, 12 de mayo 2025.