© María Dolores Rubio de Medina, 2023
Como siempre, se acerca el día de la mujer y empieza mi desasosiego, nunca me he sentido cómoda con los oropeles que rodean el 8-M. Quizá porque siempre he hecho lo que he querido. No obstante, me parece oportuno mostrar dos formas de reflejar los sentimientos de la mujer hinojoseña; y lo hago reproduciendo dos artículos, el primero de ellos publicado en «El Guadalete» (1933) y el segundo de ellos en el «Hinojosa» (1957).
I. El 26-11-1933, en el periódico «El Guadalete» (Jerez de la Frontera) publicó un artículo una tal María de Xerez, que lo único seguro es que vestía faldas, y no por la época, sino porque estoy convencida que era el seudónimo de algún fraile carmelita. El texto de María nos sirve de reinterpretación del famoso mito de la mujer hinojoseña, portadora del cántaro del agua para la familia.
Las Rebecas. Fotografía: Pedro Gómez, sobre 1930. |
Leemos:
<<(…) Cesan los montes con sus caminos peligrosos, dejando entre ellos una gran llanura meseta de la Sierra de 50,387 hectáreas de extensión, en cuyo centro como zagala recostada entre trigales nos muestra su caserío la joven ciudad -desde hace poco ostenta esa categoría- de Hinojosa del Duque.
En el pasado siglo fué su huésped la insigne novelista Fernán Caballero que nos la describe del siguiente modo:
«Es un pueblo granda, tranquilo, asentado en una llanura; sus horizontes los forman montes que lo encierran en su llano y hacen difíciles las comunicaciones. Al salir de una dehesa de encinas, se atraviesa un llano o prado, en el que en verano se disponen las eras, y se llega a una gran cruz de piedra que sobre su frente lleva el pueblo en señal de cristiano. A la entrada del pueblo se ve el ‘pilar’ de la abundante fuente, a la que van las can mujeres por agua, ocupación que da siempre un aire patriarcal a los pueblos que escapan del sacudimiento de lo que llaman adelantos.» (1).
Y todo sigue casi como en aquellos tiempos. El mismo bosque de encinas, la misma pradera donde grandes piedras clavadas verticalmente marcan el sitio de amarre de las caballerías en la época de las eras; la cruz en su base de piedra y la fuente rodeada de eucaliptos.
Esta fuente es alma, vida y carácter del paisaje y del pueblo. A todas horas matronas y doncellas van y vienen a ella con un cántaro sobre la cabeza y otro bajo el brazo. Estas Rebecas modernas marchan con su carga erguidas, airosas y gráciles como estatuas en la arcada de un imafronte, sosteniendo en la cabeza con elegancia natural, sin rigidez ni precaución, el cántaro de breve base y alta redondez de ánfora helénica, sartal viviente de agua que sacia la sed de un pueblo que carece de ella.
Hinojosa duerme la siesta de los siglos bajo los tejados verdirojos que cobijan sus casitas de un solo piso bajo, el corral al fondo y junto al alero las ventanitas del desván por las que asoman sus redondeces grandes calabazas, vislumbrándose en la penumbra la blancura de las ristras de ajos, los pardos montones de patatas, o el verdoso de los tomates que esperan madurez y colores del sol... Son los graneros.
Entre estas casitas típicas destacan las modernas construcciones pertenecientes a las clases acomodadas, decoradas y elegantes, cómodas y pulcras con sus patios y jardines.
En las viviendas clásicas carentes de patio y zaguán, alárgase desde la puerta al corral un pasadizo o galería empedrada, en algunas con piedras de colores formando dibujo, como la paso para la cuadra instalada en la gran corraliza entre aperos de labranza, gallinas y flores. En este pasadizo ábrese un grande espacio ocupado por el fogaril que sirve de cocina y sala de recibo.
Allí relucen los cobres en la espetera, en el extenso llar de piedra arden enormes troncos, en derredor ollas y cacerolas hierven y gorgorean a impulsos del calor; más retirados familla y amigos hablan al dulce arrullo de la llama crepitante, que al deshacerse en humo orea jamones y chorizos colgados en la amplia chimenea, dosel de aquel hogar patriarcal que ya solo se ven en estos pueblos rezagados en la marcha vertiginosa del tiempo.
Aquí casi no existen pobres, hasta los más humildes poseen una casita y unas cuantas hectáreas de tierra que ellos mismos labran y que les mantiene holgadamente durante todo el año; las comodidades son desconocidas para ellos; tampoco tienen curiosidad para encontrarlas. Ni las necesitan ni las añoran.
El trabajo es rudo y sano para estos cuerpos curtidos por el aire vivificante de la siesta. Las mujeres se levantan al amanecer, muchas oyen misa, después, la artesa sobre la frente, se dirigen al arroyo o la fuente para lavar la ropa, mientras las hijas acarrean el agua para las faenas domésticas, tocadas con el rojo cántaro, corona singular de una existencia activa y laboriosa.>>
(1) Fernán Caballero. “La Farisea”, cap. VII.
II. A finales de los años cincuenta, desde las páginas del períodico local «Hinojosa» de agosto de 1957 (cabecera recuperada durante un breve periodo de tiempo de un año y medio, más o menos) una tal «Alicia» firmó un artículo titulado «Las chicas del ‘truje’ y el ‘haiga’» en que muestra las repercusiones para las mujeres hinojoseñas del despegue económico de los sesenta.
Escribe Alicia:
«La emigración es un problema que se nos ha planteado en estos últimos años, y que ahora se agudiza en todas sus facetas. Emigración de hombres, mujeres, y masas formadas por numerosas familias de diversa condicionés sociales.
Aparte de que en la mayoria de los casos es una necesidad vital buscar en otros sitios trabajos más remunerativos, algunas veces sucede, que sólo es espíritu de aventura el que anima estos movimientos humanos. Se da el caso con mucha frecuencia en la mujer. Y, ya no es solo la mujer dedicada al servicio doméstico o a ganar un módico jornal en el campo, sino que se extiende a la clase media. Re-conozcámoslo, lo que produce ganancias materiales, no siempre es fuente de beneficios sociales. Esto es lo que me ha hecho pensar, y más de una vez, en la transformación que la mujer de Hinojosa está sufriendo.
Estamos en crisis. Bien es verdad que todo el mundo la padece, pero nosotros debemos solucionar la nuestra sino queremos perdernos en lamentaciones y divagaciones inutiles.
¿Es necesaria, e imprescidible, la emigración femenina? Me atrevo a afirmar que en general no lo es. Y me baso para hacerlo en que el principal producto, individual y social, es el lujo. Es dificil saber si este desmesurado afán que padecemos las mujeres de Hinojosa, copia exacta del que padece la mujer de la capital, es causa, o por el contrario, efecto, de la emigración. Lo cierto es que existe y que ha minado el alma femenina por sus cuatro costados.
Yo aconsejaría a las madres, a todas las de Hinojosa, unos momentos de reflexión antes de hacer las maletas a sus hijas. ¿Acaso no es verdad que muchas veces vuelven con el alma rota o vacía en el mejor de los casos portando costumbres ajenas a su posición social y llenas de abalorios ridículos a su condición campesina?
Alerta, pues, a las madres que han pasado del excesivo puritanismo al más incomprensible desentendimiento de su función vigilante y orientadora.
Sin embargo, ya que la emigración se produce, vamos a darles un matiz propio, no dejemos que la capital absorva nuestros valores.
Yo hago un llamamiento a toda la juventud femenina de Hinojosa en orden al cultivo de esos valores, de nuestra virtudes, pues no cabe duda que existen, para asi afirmar nuestra personalidad frente a innovaciones absurdas. Y esto, creo que viene ahora bien para las que pasan entre nosotros sus descansos o vacaciones como para las que quedan en la Patria Chica, quizá con secreta envidia hacia las que parten.
Tengo gran fé en que sabremos ese traje que nos regala la mujer de la capital con sus hábitos tan difeientes a los nuestros, porque muy distinta es también la ideología que los anima.
No es que yo me oponga al progreso, todo lo contrario, pero creo que este debe partir de la cultura, y lo que encuentro perfecto en una mujer de Madrid o Barcelona por ejemplo, es censurable en una de nosotras, por falta de preparación. Tratemos, pues, no de tomar formas sino contenidos; y ya que es difícil el problema de adaptación ha de hacer a base de asimilar lo mejor que se encuentra en los demás sin perder lo bueno que uno tiene, y siempre dándole una forma personal que nos libre de hacernos mujeres Standard, o si lo queréis en Castellano, tipo único.
Cultura primero, después progreso, forma como adorno del contenido; así no se producirá el lamentable espectáculo de contemplar a una mujer elegante por sus vestidos y formas recortadas que en tres frases ha dicho dos «trujes» y un «haiga».
Luchemos por destacar nuestra personalidad en ambientes distintos al nuestro, tomando lo bueno que nos ofrezcan y haciendo ver a los demás que tenemos la sinceridad suficiente para obrar siempre de acuerdo con nuestros principios.
Me resta decir a los hombres, que ellos pueden ayudarnos en esta tarea, ridiculizando algunas posturas y actitudes falsas, postizas.
Y como espero que lo hagan, mil gracias.»
III. Aunque tengo valor de firmar lo que pienso sobre el día de la mujer con mis nombres y apellidos... ¡Qué quieren que les escriba! No tengo ganas, me siento particularmente asqueada por el hecho de que errores políticos que denigran y dejan desprotegidas a las mujeres no den lugar a la necesaria asunción de responsabilidades.
Sevilla, 05/03/2023.
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