sábado, 30 de septiembre de 2023

Fútbol femenino: las «Leonas» de Hinojosa


© María Dolores Rubio de Medina, 2023



Una ya tiene años para seleccionar recuerdos, arrojar a algunos en el olvido y rescatar aquellos que merecen la pena. Ahora que está tan de moda esto del fútbol femenino, quizá sea buen momento para recordar el primer partido de fútbol femenino que, de una forma más o menos oficial, se celebró en nuestro campo de fútbol. Fue en los tiempos en que por tener, sólo hallábamos un solar alargado cerrado con unas tapias de ladrillos malamente pintadas, una extensión de tierra con rayas de cal y dos porterías en pie. 


Estado del campo en 1975,
con la guardameta cordobesa.

Puede que no, quizás que no sea buena idea hablar de ese partido de fútbol; pero hoy, viéndolo con la perspectiva que dan los años, lo recuerdo  con mucho cariño, como una leyenda. Hoy podemos verlo como una cosa mítica, tanto por el resultado que arrojó el marcador, como por el encono de nuestras chicas, que más que «palomas», fueron auténticas «leonas», pues no tiraron la toalla en ningún momento, como veremos.


Si no me equivoco, el partido se celebró hace la friolera de 48 años, en 1975, en el transcurso de la Feria de San Agustín. Entre las actividades deportivas, se organizó un partido de fútbol femenino contra el Córdoba. Las jugadoras cordobesas llegaron en un autobús, seguido de coches particulares con sus familiares, todos muy pertrechados de sillitas de playa y neveras portátiles, llenas bebidas, tortillas y bocadillos. Los escasos hinojoseños que nos acercamos por allí, íbamos más arregladitos, que no en vano estábamos celebrando la Feria de San Agustín y se estilaba ponerse guapo.


Las fotografías que ilustran el reportaje son diapositivas, fueron tomadas por mi padre, Pablo Manuel Rubio Ramos. Son bastante apañadas para los medios de la época, donde tenías un carrete de 20 fotografías y disparabas sin saber si la fotografía sería buena o te saldría movida. 


Hinojosa (de amarillo), intentando robar un balón.


El partido, en mi memoria, lo recuerdo como una sesión de folklore, tal cómo eran los partidos de las artistas de los años sesenta, tiempos en que veíamos a las folclóricas intentando pegarle una patada al balón. En el partido femenino del año 1975, no había nacido, aún, nuestra Constitución (a la que ahora le quieren arrear un patadón), pero hubo de todo.


Cuando «las Leonas» saltaron al campo, apenas recibieron aplausos, por los escasos asistentes que nos acercamos al campo (había más familiares de las cordobesas que de las nuestras). Muchas de las muchachas iban vestidas con las camisetas oficiales del Hinojosa, del equipo masculino, que le sobraban por todos lados. Algunas llevaban el pantalón negro que usaban en la gimnasia del Instituto, otras llevaban muy atados los calzones azules del equipo masculino; y casi todas vestían las medias de los hombres, caídas en los tobillos. Nuestras chicas, cuando salieron de los vestuarios, iban mirándose las unas a las otras y partiéndose de risa de las fatigas que llevaban encima. Las cordobesas iban mucho mejor equipadas, con su camiseta roja de mangas blancas y sus medias rojas, de su talla.



Las familias de las cordobesas, quizás acostumbradas a los peroles y a los balonazos; se retiraron bastante de la banda y abrieron sus mesitas de playa, sus sillitas de tijera y sacaron de sus neveras sus bocadillos y refrescos, dispuestas a disfrutar del momento; mientras los hinojoseños estábamos en  el otro lateral del campo, en pie y muy guapos, en pleno agosto, mirando con envidia lo fresquito y bien montado que se traían el partido.


Y pitó el arbitro el comienzo del partido y desde el minuto cero se vio que las nuestras luchaban contra gigantes; las rivales estaban bien entrenadas y organizadas, las nuestras no eran capaces de correr pasándose la pelota unas a otras. Puede que las colodras hubieran corrido por el campo un par de tardes, por todo entrenamiento; mientras que a las cordobesas se les notaba que tenían horas y horas de partidos encima. Ni San Agustín, en cuyo honor se celebra la Feria de Hinojosa del Duque, pudo echarles una mano, o quizá sí, quizás les echó una miajita de suerte al final.


No tardaron las cordobesas en marcar el primer gol; y justo en ese momento, empezó el espectáculo de un señor que, con su sillita de playa, se había situado detrás de la portería defendida por la cordobesa, una chica con rodilleras y una camiseta verde que la recuerdo, con los escasos años que tenía en aquella época, grande como un armario. Supongo que la muchacha era su nieta, y era buena la condenada, puesto que atrapaba todo lo que, de higos a brevas, llegaba hasta su portería. Nuestra guardameta era una chica muy delgada, que tenía toda la pinta de haber destacado más como delantera que como portera. El abuelo sacó una botella de vino de su nevera de camping y un vasito de cristal. Con el primer gol, el señor se llenó el vasito hasta el borde, fue con él para arriba, para el centro y para dentro. A medida que se fueron sucediendo los goles, fue repitiendo el gesto, pero reduciendo la cantidad de vino, al final solo echaba un dedo en el vaso. O temía emborracharse o temía que no le llegara hasta el final del partido el vino. Siguieron los goles y los vasitos de vino: 2, 3, 4, 5... 6, 7, 8, 9...


Una hinojoseña cubriéndose la cara de desesperación.



"Oti", la única jugadora de la que recuerdo
su nombre de pila, con calzonas de hombre, 
luchando como una jabata por Hinojosa.

El marcador de campo era sólo de un dígito para cada contrincante. Iban colocando en una tapia, por dos muchachos, las placas numeradas correspondientes a los goles de las cordobesas... 5, 6, 7... 8. Cuando las cordobesas marcaron el noveno gol, como ya no había posibilidad de añadir más números en el marcador de las visitantes, los muchachos se bajaron de la tapia donde estaba el marcador y se sentaron cerca de la línea de la banda, en el suelo. Se miraban entre sí, con desesperación, mientras «las Leonas» lo intentaban, una y otra vez, con todas sus fuerzas.

 

El marcador se quedó 0-9 durante todo el resto del partido, al no poderse cambiar; no obstante, los goles de las cordobesas siguieron cayendo como una cascada: 10, 11, 12... Los hinojoseños, cada vez que nos marcaban otro gol, a fuerza de escarmentar, nos echábamos a reír. Mi padre y yo, además, porque mirábamos de reojo al abuelete y le veíamos echarse otro dedo de vino al coleto. 


–¡Cómo se está poniendo, el tío! –dijo mi padre, ya ofendido, cuando se pimpló el decimoquinto chato.


Todavía vinieron más goles: 16, 17..., 20 y chatos.


«Las Leonas» seguían intentándolo con todas su fuerzas, corriendo como locas por el campo, bien toreadas por las cordobesas. En el filo del pitido final, una colodra le pegó un patadón al balón desde poco menos de la mitad del campo que fue directo a la portería. La guardameta cordobesa lo intercedió, como la pelota llegaba rodando por el suelo, la frenó poniéndole una mano encima y apretándola contra el suelo. La había parado; pero, antes de que pudiera coger el esférico con las dos manos, salió corriendo como loca una colodra, más lista que el hambre, y le arreó un trallazo al balón que sujetaba la portera contra la tierra, y estrelló, con todas sus fuerzas, la pelota contra la red. 


¡1-20!, y justo en ese momento, pitó el arbitro gol y el final del partido, mientras todos los presentes en el campo, incluso las cordobesas, celebrábamos el gol con todo júbilo y aplaudiendo a rabiar. Hasta el abuelo levantó al cielo el vasito para brindar, esta vez vacío.






Fueron estas «Leonas» -los "palomos" serían los señoros que organizaron, deprisa y corriendo, el partido, sin prepararlas adecuadamente- las pioneras del fútbol hinojoseño. Quizás alguna de ellas se reconozca en las fotografías, que con todo orgullo muestro como un gran proeza. Ahí no es nada, meter un trallazo en la portería contraria cuando llevas 20 goles en contra, aunque a los chicos del marcador no le sobraron fuerzas para subir por la escalerilla a la tapia y poner un 1 en el marcador de Hinojosa.


Parafraseando nuestra leyenda: «Tan fuertes como los leonas, tan simples como las palomas».



Sevilla, 30 de septiembre de 2023.