sábado, 24 de febrero de 2018

LA LEYENDA DEL MURILLO DE LAS CONCEPCIONISTAS DE HINOJOSA DEL DUQUE


© María Dolores Rubio de Medina, 2018

Buscando una información en Internet, un día descubrí una hoja suelta de una revista perteneciente a una empresa que la vendía vinculándola a Hinojosa, utilizando el señuelo una fotografía de la Madre Teresa de Jesús Romero y Balmaseda y otra de una Inmaculada –reproducción de un estado deplorable– que atribuía a Murillo, mencionando que había sido donado por «una señora de Sanlúcar de Barrameda».

 

De inmediato empecé buscar datos para confirmar o contrarrestar la noticia. Lo primero fue preguntar a mi familia a ver si alguna vez se había hablado del tema por el pueblo. Mi hermano Manuel, tipo práctico donde los haya, recordó algo: «podría ser el cuadro del que papá decía: ¿Crees que las monjas pueden tener ese cuadro sin vigilancia?». O sea, que algún cuadro extraño había por la iglesia de las Concepcionistas, pese a todo. 

Desde el principio, cuando aún no sabía el año de la edición de la revista que había publicado la imagen, dudé de la veracidad de la información por varias razones: pensaba que, de ser un Murillo, lo habrían requisado los franceses (1808); de salvarse de los franceses, por ser una Inmaculada, el cuadro podría haber sido destruido durante la Guerra Civil (1936). No tardaría en descubrir que ninguna de las dos hipótesis era válida. La tercera razón porque Murillo es uno de los pintores cuya obra ha sido –y es más reproducida; es decir, que más que un Murillo, las Concepcionistas pudieran haber sido poseedoras de una copia de un Murillo. La última razón a mis dudas estaba –y está– en que la «Biblia o el BOE» de nuestro pueblo hasta 1923, el maravilloso libro del Padre Juan Ruiz menciona al pintor Murillo, pero…. ¡poniéndolo por debajo de Valdés Leal en lo tocante al movimiento de las Inmaculadas!

A principios de noviembre de 2017, recibí un mensaje que decía más o menos– que el cuadro lo hubo, que estuvo en el Convento de las Concepcionistas y que como estas necesitaban dinero para las obras de su Convento, lo cedieron al señor AAA a cambio del pago de las obras. Que el cuadro lo tenía la entidad BBB y que había sido donado a las monjas por una mujer de Sanlúcar, por un milagro que le hizo La Margarita Escondida. 

Con la nueva información, me puse a revisar las baldas de la biblioteca buscando el libro: Vida de Madre Teresa de Jesús Romero y Balmaseda, escrito por M. Espíritu Santo Gil Diaz. El tomo no aparecía por lado alguno, aunque estuvo una vez. Pregunté a amigos y en la Biblioteca de Hinojosa, a ver si alguien podría prestármelo, pero, al parecer, todos lo conocían de oídas, pero casi nadie lo había tocado. Así que no me quedó otra que comprarlo on-line (ni en la famosa librería San Pablo de Sevilla, dedicada a libros religiosos lo tenían), me llegó la cuarta edición, impresa en 1989 en Sevilla. Existen otras tres versiones del libro correspondientes a los años 1904, 1912 y 1949, si lo he entendido bien porque los libros de la Margarita y sus traducciones tiene ciertos enredos con los libros que se escribieron sobre la Venerable Beatriz de Silva, fundadora de las Concepcionistas, también citada como la «Margarita Escondida», que generan ciertas dudas. Quizá el milagro que estaba buscando de la señora de Sanlúcar ande por otro libro, pero interpreté que se contaba en el libro Vida de Madre Teresa de Jesús Romero y Balmaseda, de ahí mi interés en leerlo. Milagros se cuentan en el libro, pero no de señoras de Sanlúcar citándolas como señoras de Sanlúcar. Por cierto, esta señora pudiera ser una pariente del Brigadier Romero (sí, el señor de la cara que está de reclamo en el Mesón El Condesito, ese que tiene un fantasma o algo raro adentro). Este señor tenía familia en esa ciudad. Curiosa familia fue: vivía a caballo entre Sevilla, Vizcaya Hinojosa y Cabeza del Buey, tuvo gloria terrenal, riquezas y una dinastía de religiosos que sentían la llamada de Dios con tal ímpetu que abandonaban niños al cuidado de otros para ingresar en el Convento o que entraban como monjas con 10 ó 12 años. 

En fin volvamos al libro: la versión que adquirí es una de 1989, copia literal de la de 1949, que está organizada en cuatro libros con sus correspondientes capítulos, por eso tiene una memoria muy viva del asalto que sufrió el Convento en la Guerra Civil y como tal se refleja tanto en el prologo de la 3.ª edición como en el Capítulo IV de su Libro IV. 

Paralelamente, mientras intentaba conseguir un ejemplar del libro, escribí un correo a la organización BBB preguntando por cierta información relacionada con los libros de su biblioteca, mi interés era entrar en la institución para poder echarle un ojito al cuadro, si estaba al alcance. Ellos pasaron de mi tres veces, sin darme repuesta alguna. Al cuarto correo decidí abandonar la sutileza y entrar como un elefante en una chatarrería, repetí que solicitaba información de los libros sobre Hinojosa del Duque que hubiera en su biblioteca y sobre «el cuadro de Murillo». En fecha de 16 de enero de 2018 recibí, por fin, la contestación de la institución BBB, me respondieron que no tenían información sobre el cuadro. O sea, que se esfumó mi intención de conseguir fotografías en color de buena calidad sobre el cuadro «de Murillo» para comprobar sus tonalidades y enterarme si lo que hay a los pies de la Inmaculada son ángeles o no.

Al tiempo, iba desechando hipótesis: primero, que la revista que reproducía la fotografía del cuadro era de 1912, lo que dejaba fuera de juego a los franceses. Con la lectura de La Margarita Escondida descubrí que las obras de arte y las cosas muebles en las que las monjas tenían mucho interés se salvaron de la destrucción provocada por la Guerra Civil o «Revolución» expresión utilizada por la monja escritora–.  La Comunidad conservaba la esperanza de que no se verían por Hinojosa los sucesos horrorosos que «estaban ocurriendo en casi toda España. Tomamos sin embargo, todas las precauciones necesarias para defender y salvar y todo lo concerniente a la Comunidad. Por esta razón todo se retiró del Convento con mucha anticipación» (pág. 483-484). En cambio, la «revolución», sí pilló a las monjas dentro del Convento el 27 de julio de 1936, afortunadamente se salvaron escapando por un agujero en una tapia –deduzco que del huerto– que el hortelano que cuidaba de la huerta del Convento había hecho, a escondidas y tapado con leña, harto de que las monjas no se atrevieran a abrir en el muro una puerta oculta para escapar sin permiso del obispo.

En fin, que el «cuadro», de existir, voló antes que lo destruyeran, porque destrucción la hubo, basta pasar los ojos sobre algunos párrafos del libro de La Margarita escondida para comprobarlo.

La Madre Espíritu Santo que en una parte del libro recopila los datos relativos a las curaciones realizadas por la Margarita Escondida en vistas de la solicitud de beatificación, no cita ni a una señora de Sanlúcar ni a un cuadro de la Inmaculada. Lo sorprendente es que cuando la Comunidad recibe o da un regalo, es extremadamente minuciosa describiendo el presente en detalle, como ejemplo tenemos la descripción que hace de la pluma que la Comunidad regaló al papa Benedicto XV por el inicio del proceso de beatificación de la V. Beatriz de Silva, Madre Fundadora de las Concepcionistas (pág. 468). Por esta razón interpreto que si el cuadro fue un obsequio por un milagro, este solo pudo producirse a partir de la muerte de la madre Teresa de Jesús Romero y Belmaseda, que se produjo el día 12 de mayo de 1910 y el año de publicación de la dichosa revista, 1912, por lo que si no aparece en el libro, es sencillamente porque la historia del milagro y el cuadro es otra.

Por último, vamos con la razón definitiva para descartar la autoría de Murillo: la pluma del autor de la «Biblia» de la villa de Hinojosa, el libro La ilustre y noble villa de Hinojosa del Duque (1923) dedica el Capítulo III (págs. 264-269) al Convento de las Concepcionistas y no deja ninguna duda acerca de la existencia de un cuadro de la Inmaculada, dónde estaba situado y cuál era su estado de conservación. Esta Inmaculada la califica como la «joya de la Corona» del pueblo, no solo del Convento. 

Escribió nuestro ilustre cronista: «Pero, lo que pudiéramos llamar la joya de nuestra pintura está colgada a la izquierda del púlpito. Es un magnífico e interesante cuadro pintado por Juan de Valdez Leal. Representa a la Inmaculada; y no solo supera a muchos del mismo autor, por la composición y correcto dibujo, sino por ser una variante en su colorido, y más cuidadosa y encariñada la manera de pintar. 
En la mayoría de sus cuadros, en su última época sobre todo, este genial artista abusó de las tonalidades doradas y bituminosas. En este cuadro, su pintura es más trasparente y rica, abundan más las tonalidades grises, azules y verdosas, en las medias tintas; lo que hace más brillantes, calientes y modelados los tonos claros. 
Es un Valdez Leal más parecido a la pintura moderna y, desde luego, más delicado y cuidadoso. 
Es preciosa la figura de la Virgen; mejores los niños que la rodean. Más dueño del movimiento que todos los pintores, Valdez, hace gala de ello en el manto azul de la Imagen; y, así como en los admirables de Murillo, están fijos, en cierto modo, éste se mueve, y se mueve por el viento, como lo hace una tela de seda finísima. ¡Es un verdadero acierto...! 
Los ángeles, más bonitos que los de sus otros cuadros; de escorzos atrevidos, cuya profundidad es, para los que dibujan y pintan, problema de difícil resolución. 
Este cuadro, que poco a poco va pulverizándose, convendría que lo refrescara y sujetara una mano experta, sin meterse para nada en restauración». 

Si observamos con detenimiento la fotografía anterior, vemos que la misma tiene alguna de las características que los profesores J. M. Serrera y E. Valdivieso señalan en su artículo «Tres pinturas inéditas de Valdés Leal», que son: manos juntas sobre el pecho y que «las figuras de estos ángeles son características del pintor, especialmente por sus rostros regordetes con narices chatas que han hecho comentar repetidas veces la graciosa fealdad que presentan los ángeles niños de Valdés Leal».
Inmaculada de Valdés Leal (Ubeda) citada por J.M. Serrera y E. Valdivieso,
de posición similar al cuadro de "las Monjas"

En fin, las palabras del Padre Juan Ruiz deberían atajar la polémica sobre el asunto, dado que explica, exactamente, lo que se ve en la mala fotografía que, por azar acabó publicándose en una revista en 1912 y a la que pusieron un pie de foto malévolo, quizá con la buena intención de buscar mayor fama para el proceso de beatificación de nuestra Madre Teresa de Jesús Romero y Balmaseda. Quizá alguna vez podamos tener acceso a una imagen en color y podamos admirar los tonos dorados, bituminosos, grises, azules y verdosos, que menciona el Padre Juan Ruiz, de momento, tendremos que contentarnos con los que tenemos a mano, los del Museo del Prado, que pueden observar en este enlace.


Inmaculada de Valdés Leal del Museo del Prado.


Sevilla, 24 de febrero de 2018.




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